Pese al pasado. Pese al presente... Un canto al optimismo

Quizá porque siempre valoré la constancia como una de las más admirables virtudes en el ser humano, la aprecio de modo singular en mis compañeros de los movimientos sociales. Como pedía a los suyos cierto político español del siglo pasado, se muestran inasequibles al desaliento. 

Aunque por edad o por evolución vital, cada uno nos subimos al tren en diferente apeadero, como bloque, acogimos con entusiasmo aquel “habla pueblo habla” con el que se liquidaban cuatro decenios de régimen militar; aprobamos esa constitución de todos que con el tiempo resultó ser de nadie; aplaudimos a un Borbón pirómano por apagar el fuego que el mismo prendió; toleramos a Suárez cambiar de dirección en plena autopista, para circular en sentido contrario, desde su cargo de Secretario General del Movimiento, hasta la presidencia de la nueva “democracia” española; nos enamoramos primero de Tierno (a colocarse y al loro, tela) y después de un dúo de trileros formado por Felipe y Alfonso. Aquella sí que era la buena, el cambio. La definitiva. La releche. 




Cuando el de entrada no, pero luego sí; cuando Barrinuevo y Roldán; cuando las llamadas responsabilidades de estado (léase intereses privados de los profesionales de la política), encarcelaron en el desván las cazadoras de pana y las sustituyeron por trajes de Ermenegildo Zegna, nos refugiamos en la nueva marca comercial del prehistórico PCE. Una cosa llamada Izquierda Unida que nunca fue lo segundo y lo primero, solo mientras Anguita se mantuvo al frente. Después, una caricatura. Con excepciones, muchas y muy buenas, pero insuficientes, una mezcla sin sentido entre socialdemócratas (los más) y nostálgicos de un asesino en serie llamado José Stalin. Por fortuna, los menos. El apellido verde con el que han concurrido a las distintas convocatorias electorales, no ha sido más que la lechuga ajada con que se acompaña un bistec en los garitos de carretera; un simple adorno para justificar que el menú lleva de todo y que pese a unas apariencias que en esta ocasión no engañan, somos mucho de verdura. Con el “programa, programa, programa”, el bueno de Julio se pegó la hostia del siglo. A quien se le ocurre presentarse a unos comicios con un proyecto sensato. 

Con los años y las decepciones, nos refugiamos en el estamento sindical. Comisiones y UGT, “los más representativos” por decreto de sus brazos políticos, se convirtieron en el estandarte de la lucha social. Los resultados saltan por los ojos.  Al olor de las cigalas que compartían sin pudor con la élite empresarial, cambiaron las barricadas por los consejos de administración de las cajas, pactaron reformas infumables a cambio de la pasta de las subvenciones y se adaptaron con la soltura de una tortuga en el agua, a los nuevos tiempos del amigo Aznar. Hasta presentaron sus libros. Dimitieron del cargo de sindicatos de clase, para convertirse en instituciones de casta; una perfecta traslación al presente del sindicalismo vertical del pasado.



Un maldito atentado y la psicopatía contagiosa del marido de la relaxing, alojaron a un inepto en la Moncloa. Todos lo reconocíamos como un zoquete, pero por lo menos parecía de verdad rojo.  Las consecuencias, como canta Bunbury, fueron inevitables. No le hizo falta ni robar. Era tan torpe que arruinó un país con la mejor de las intenciones. Pero aquellos 400 euros que sobraban, no hubieran servido sin nuestra complicidad. De camino, confundimos el egoísmo chantajista de determinados territorios ricos, con derechos del pasado. Como si fuera la historia y no la razón, quien posee la potestad de otorgarlos. 


Foto: Rafa Hernández
Todo cambió el 15 de mayo de 2011. Por uno de esos inusuales obsequios del destino, la parte más dinámica de la sociedad, convirtió las calles en un camping con vistas al futuro. Despertamos las simpatías incluso de quienes se creían adversarios. Cuando tocaba mover para mejorar posición y se intuía la posibilidad del mate en unas jugadas … el aroma de las cercanas europeas, el discreto encanto de la burguesía que diría Buñuel, nos detuvo de modo incomprensible. Con el explícito apoyo del capitalismo mediático, retornaron las viejas ilusiones. Era posible cambiarlo todo desde el sillón, sin más que “apuntarse” a alguno de los movimientos que reclamaban como propia la herencia intestada del 15M, sin otro esfuerzo que acudir a unas pocas reuniones (las asambleas son otra cosa) y emprender un apacible paseo dominical hasta el colegio electoral de turno. Nos enamoramos de Equo, del X (el cariño suele provocar ceguera, pero lo de Falciani, la italiana y esa extraña estructura interna sacada de la Guerra de las Galaxias, excedía los naturales límites del afecto) o de un famoso tertuliano televisivo, encumbrado a la fama por cadenas tan próximas a los movimientos sociales como Intereconomía o la máscara progre del imperio Lara.  

Ahora todo ha cambiado. El  impulso por destruir un sistema que lo merece, se diluye entre verbos de inspiración USA. Aspiramos a transformarlo por la vía cómoda, sin traumas. Por las buenas y desde el respeto a sus reglas. Por razones que se desconocen, ésta,  a la cuarta o la quinta desde la muerte del señor de los pantanos, sí que va la vencida. Todo será diferente porque ahora nos proclamamos horizontales, por más que los líderes nacidos de los mismos instrumentos con los que la casta nos domina, se empeñen en demostrar lo contrario. Son las ganas, tíos; solo las ganas. 



Olvidamos que la política junto a la economía, conforman dos ciencias sociales dominadas como ninguna otra por el principio de entropía. Sin entrar en complejas explicaciones de termodinámica, lo podemos traducir como que pierden la mayor parte de sus recursos en trabajar para sí mismas, restándolos de los que debieran ser sus objetivos prioritarios. Es un axioma, una realidad tan obvia que aunque la tenga (que la tiene con cifras y con letras) no precisa demostración, solo ojear la prensa. Como los gregarios en el ciclismo, se consumen tantas fuerzas en preparar la subida que cuando se corona el puerto, no queda otra que apartarse de los principios y dejarse llevar por el pelotón. El poder dimite de su papel de medio, para transformarse en el fin último de la política partidista.

Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. A juzgar por lo repetido del traspiés, a eso que llamamos gentes de izquierdas, nos  sobra humanidad por un tubo. Otra vez, obviamos que en los duelos corresponde al agraviado la elección del arma y nos fiamos de quienes por razones que se me escapan, escogen para la ocasión la espada predilecta del adversario. 

Fue el poder quién cambió a Tierno, a Corcuera, a Barrionuevo, a González, a Guerra … Fue la proximidad al poder la que convirtió a Comisiones y UGT en la caricatura de lo que debe ser un sindicato. Fue la simple posibilidad de obtener pequeñas cuotas de poder, la que transformó la IU de Anguita en esa especie de Charanga del Tío Honorio que hoy representa... Y a esos nuevos, algunos con devociones infumables que causan estupor en buena parte de la ciudadanía, solo se les ocurre aspirar al poder para cambiar esto. 

En el argumento va implícita una dosis de inaceptable egocentrismo. “A mí no ve va a pasar porque soy diferente”. Vale. Soy tan diferente que hago lo mismo que los anteriores … y tan ingenuo que espero distinto resultado. Al tiempo. De momento, algunos de los que se llenaban la boca en negación de sus ambiciones personales, ya se postulan como candidatos a determinadas alcaldías. La historia nos enseña que una transformación como la que nuestra sociedad precisa, nunca se logró desde el poder, sino contra el poder; jamás dictando leyes, sino como ordena la poesía de Vivian Nathan, desobedeciéndolas. Hasta los críos de preescolar conocen que si te metes en un cubo de mierda, lo normal es salir manchado y maloliente.




Al capitalismo no se le vence formando parte de él, sino atacando sus fuentes de aprovisionamiento. Desde que aprendió a hacer negocio sin el factor trabajo, el vacío se constituye en su único adversario. Los supermercados desiertos, las calles sin coches, los centros comerciales en liquidación por cierre, las eléctricas en penumbra, las televisiones apagadas, los bancos sin dinero, los ejércitos desarmados, las bolsas sin pardillos que financien con su codicia riquezas ajenas, los mataderos sin reses que asesinar, las arcas del estado en bancarrota y las urnas, mientras permanezcan bajo el yugo de la dictadura estadística... vacías. La simplicidad voluntaria a la que adoramos los fieles de la religión acrecentista, se convierte en el arma letal, en el  golpear donde duele de Unabomber, pero en su versión más pacífica. 

Nada de pesimismos, el mundo nuevo que seguimos llevando en los corazones, vendrá en nuestro auxilio. Por las buenas o por las malas; por nuestra acción responsable o por esa venganza de Gaia que conocemos como crack energético; pero vendrá. Está en nuestra mano elegir el camino. Acertaríamos si emprendiéramos el primero. Menos traumático, más justo, más sincero; aunque parecemos empeñados en optar por el segundo. Si mi visión resulta utópica, repasen de nuevo los párrafos anteriores de esta extensa reflexión en voz alta y … comparen.

A quienes se enfaden por el contenido de estas líneas, a quienes reconozcan en ellas uno más de mis frecuentes delitos de opinión, les recuerdo que solo se critica a quien se quiere; al enemigo simplemente, se le combate. Y eso, equivocados o no, intentamos hacerlo todos. 

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