Ramoncín. Parecidos razonables.

Una vez escuché a Jorge Valdano (buen futbolista, mal entrenador y excelente diseñador de citas) que lo moderno, por el hecho de serlo, no resulta mejor de modo necesario. Abundan como moscas en basurero, los seres que en sus orígenes desprendían el inconfundible aroma de la autenticidad y a los que el éxito televisivo y cuatro aduladores interesados, convirtieron en puro producto de marketing; en un simple negocio para sí y para una minoría. Se cuentan por decenas. El mismo Ramoncín antes de que la cirugía estética y la mental lo dejaran en su actual estado, compuso músicas y textos como este Putney Bridge. Temazo. Grandes acordes, mejor letra. Lo enlazo al pie, con el único propósito de huir del aburrimiento.



Ramón, porque ahora es Ramón, abandonó su barrio y a su gente. Probó la popularidad remunerada, las amistades mediáticas, las tarjetas de crédito y las señoras de perfumes caros y cabezas de saldo. Dimitió del privilegio de ser un don nadie, para creerse alguien. Y ... Le gustó. Nunca sabremos si le sobra o le falta una tuerka. Sólo ese infalible barómetro de aciertos y errores que denominamos tiempo, será capaz de emitir un veredicto.

Algún reciente lanzamiento acompañado de reconversión personal me trajo a la memoria esta metamorfosis. Pero no se si podemos decirlo. Nos llamarán cómplices, intolerantes y anticuados. De Ramoncín nos quedará el recuerdo de ese tipo que gritaba aquello de " si vuelve el pop es que algo anda mal...". Por desgracia, si algo sobra en estos tiempos crueles es pop. Mucho pop. Y del peor. Del más previsible y comercial. Del que sale directo de las factorías de las grandes multinacionales con fines lucrativos y de control social. Esos sonidos de guitarras y voces amaneradas que repiten cuatro notas hasta invadir el cerebro, mientras abrazan textos sin sustancia ni compromiso. Lo mismo de siempre, cantado de igual manera. En el mundo de la música fichan por Universal, por Sony o por Warner. En economía o en política se hacen neokeynesianos, socialdemócratas o cosas peores. Compiten con quienes permanecen fieles al arcaico género de la zarzuela; con aquellos incapaces de asumir que los tiempos de lanza y espada quedaron en el recuerdo de fracasadas novelas de caballería. Anunciamos algo nuevo que diría el maestro Celaya, cuando solo nos emperramos en unir lo antiguo.

Me confieso enemigo de los moderados y de los prácticos. Ser medio todo, se traduce con frecuencia en candidato a la nada. Puede mostrarse lucrativo, pero te aleja de los sueños. Prefiero lo extremista, lo radikal, lo marginal, lo rebelde... O el rock urbano de Robe o la dulzura independiente y sin edad de Rosenvinge. Ni los músculos de Bustamante, ni la coleta de Bisbal, me interesan. Antisistema absoluto en el mejor de los sentidos posibles. Como afirmó Krishnamurti: "no es saludable estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma".

Comentarios

Lo más heterodoxo