Enrique Bunbury. La constante. Contracrónica de una inolvidable noche de rock. #VDLN 190.
Una inofensiva charla de whatsapp. Un debate a deshoras, cual filósofos de la Grecia clásica: ¿Corresponde al azar o la causalidad el gobierno de nuestro trayecto por la Tierra? Una pregunta inadecuada:
– ¿Cómo anda tu agenda para el ocho de diciembre?
– Uff, cargadísima. Dudo entre una cena en el Ritz y una ópera en el Real. La verdad, no sé cuál elegir... En serio... No conviene hacer planes desde la UCI de un hospital.
– Lo decía porque toca Bunbury en Madrid y, además de pagándolas como todo el mundo, podría conseguir unas buenas entradas del modo que tú ya sabes. Mis rarezas, mis privilegios, mi enfermiza timidez convertida en cara dura por el destino. Si te cuadra... Anota.
– Venga, va.
Un imposible estadístico; un error de probabilidad; un pacto inverosímil, cuyo cumplimiento escapa al estricto deseo de los contratantes... dadas las circunstancias. Todas. Las evidentes y las que permanecerán en el anonimato hasta el fin de los tiempos. Un duelo a vida entre Heráclito y Parménides en plena madrugada estival… La constante...
Un imposible estadístico; un error de probabilidad; un pacto inverosímil, cuyo cumplimiento escapa al estricto deseo de los contratantes... dadas las circunstancias. Todas. Las evidentes y las que permanecerán en el anonimato hasta el fin de los tiempos. Un duelo a vida entre Heráclito y Parménides en plena madrugada estival… La constante...
Imagen (camiseta convertida en ¿foto? con la colaborción del móvil): Rafa Hernández. |
A las nueve en punto, Enrique ascendió al escenario del madrileño Palacio de los Deportes. Ruego me disculpen sus felices mecenas (los del tal Wizink Center), pero me niego a denominarlo por su nueva marca comercial. Siempre consideré una horterada eso de bautizar los recintos con apodos de profesionales de la usura. Esta vez sin sombrero y vestido de blanco... Bunbury. Como nunca, como siempre, cargado de esa autenticidad, obsequio de la inspiración, cuando se sabe adornar con el trabajo. Distanciado, muy distanciado de los uniformes previos, quizá para escapar del personaje o para convertir en certeza la estrofa de una de sus más aplaudidas composiciones: lucharé contra todos los que digan lo mismo que yo y no me contradigan (El hombre delgado que no flaqueará jamás).
Presentaba unas Expectativas que, lejos de ejercer como excusa para salir de gira y jubilarse en el pasado, derrocha la coherencia de los álbumes nacidos para seducir a la historia. Un viaje desde lo social a lo íntimo, sin concesiones al pensamiento bipolar propio del individuo cuando se convierte en masa. Porque, en efecto, en este tiempo absurdo aparentamos celebrar La ceremonia de la confusión y porque a veces, a base de reiterarnos en idénticos errores, de verdad que Parecemos tontos.
Acciones y facciones que no me convencen
y el reflejo en el espejo está loco de atar.
Todo este abanico de pantomimas,
todas las risas, todas las rimas,
no conseguirán engañarnos a todos.
Aunque a veces parecemos tontos.
No conseguirán engañarnos a todos,
a todos no.
Una crítica sin pausa a los insuficientes; a los que se retiran del abrazo una vez satisfecho el orgasmo, sin atender a las necesidades de quien contribuyó a proporcionárselo; a los que mantienen La actitud correcta, las palabras adecuadas y una sensatez abrumadora, pero les falta todo lo demás; a las artificiales guerras entre hermanos capaces de transformar el Edeń en Cuna de Caín; o a quienes, desde un ego psicótico, un victimismo tan perpetuo que sabe a falso o la culpable complicidad, acusan al resto de perder oportunidades servidas en Bandeja de plata. Las suyas, imagino.
Nada ocurre por casualidad.
No puede un retrasado mental
estar al frente de todo.
Quizás el chiste es demasiado avanzado,
quizás me he perdido la parte mejor.
No tengo claro qué hayamos perdido
ninguna ocasión que viniera servida en bandeja de plata.
No tengo claro que haya diferencias.
Ninguna oportunidad me ofrecieron en bandeja de plata.
Cerca de las diez, descendió hacia lo íntimo porque el cantante, como cada uno de los que aplaudimos, subsiste Al filo de un cuchillo; frente a los males del Estado reclama Mi libertad; sueña con hacerse fuerte en Mis dominios; y padece la certeza de la duda, expresada en un Supongo con aroma a interrogante retórico. Y todo especiado con cuatro deconstruidas dosis de Héroes, en axiomática demostración de que, frente a la pesadez extrema de parte de los seguidores y el legítimo interés mercantil del resto de sus integrantes, la banda zaragozana no precisa regresar porque nunca se ha ido; porque se halla presente en cada recital del que fuera su alma expresa.
Para el último tramo (y para los bises) un trayecto bien escogido: clásicos como Infinito, Sí, Ahora, Dos clavos a mis alas, El extranjero (los nacionalismos que miedo me dan) o Al final; otros más recientes (Despierta); los himnos que nacieron de Las consecuencias o Hellville de Luxe (De todo el mundo, Hay muy poca gente…) y ese Los habitantes que ilusiona e intimida por iguales partes. El cierre llegó con la última «expectativa». ¿La más brillante composición de su carrera? El tiempo dictará una sentencia innecesaria, porque la savia existencial consiste precisamente en eso, en gozar sin juicio de lo que se nos ofrece… La constante...
Solo porque este es el mejor de todos los posibles
accidentes del azar, opción infalible.
Hoy te elijo a ti para estar en mi vida.
Te elijo cada día consciente y libremente.
Mi amor no será un problema jamás,
el problema jamás.
En pago a tan emotivo diagnóstico del sentimiento humano, la condena de soportar durante más de dos horas, justo delante, a lo más estúpido del Palacio de los Deportes. Una de esas maleducadas criaturas que se creen adolescentes bien pasados los treinta; capaces de confundir un concierto de rock con aquella misa de doce, en la que procedía sentarse o izarse en pie cuando el rito lo ordenaba, y de equivocar la existencia real… con la imagen borrosa de su puto móvil. Cierto que cada cual ejerce de bobo como quiere, pero se agradecería un poco de compasión para con los inocentes. Qué culpa tendremos nadie de las limitaciones intelectuales de cada cual...
... Y al final llegó un final convertido en principio. Un sueño cumplido y otros cuantos por soñar. Irresistible impulso de contrariar al destino. ¿La fortuna? ¿La causalidad?… La constante...
Espero sepan disculpar esta incompleta colección de desvaríos. Una fusión desordenada entre inventiva y realidad. Entre esos microrrelatos con los que martirizo sus viernes y las crónicas de los espectáculos que entusiasman. Quizá los efectos sobre una cabeza, enferma hasta lo irremediable, del disfrute de uno de los músicos que más me llegan.
Feliz #VDLN, feliz semana. Salud y libertad.
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Estoy desean que actúe cerca para ir a verlo sin tener que vender un riñón jejeje
ResponderEliminarMuy buenos temas, genial elegidos, me gusta mucho tu viernes dando la nota.
ResponderEliminarUn beso de La maternidad a traves de mis ojos.
https://lamaternidadatravesdemisojos.blogspot.com.es/2017/12/viernes-dando-la-nota-vdln-los-peces-en.html
Pues hemos estado a punto de coincidir esta semana, estaba a punto de poner La actitud correcta cuando se me cruzo otro tema. Genial Bunbury, que envidia me da tu relato! Buena semana!
ResponderEliminarNo se le puede negar que sus letras hay que procesarlas para sacarles todo su jugo...
ResponderEliminarUn saludo!!!!