El rito de la confusión
Uno de los rasgos que mejor definen a las actuales clases
dirigentes, es su especial habilidad para desviar la atención hacia lo
accesorio. Para centrar el debate en lo obvio y eludir lo trascendente.
Empiezan hablando de justicia o de paz y al poco, como por encanto y sin que seamos capaces de
identificar el fatal momento del tránsito, aparecen sumergidos en si
determinado territorio es o no un país o, todavía peor, en si el tal Ronaldo
anda en estos días con infección en una uña o con el vientre algo suelto. Ese
orweliano control de los medios permite
no solo elegir a los padrinos, sino el oponente, el lugar, el arma y hasta el
resultado del duelo.
Por eso no extraña la cerril obcecación de todo tipo de
tertulianos sabelotodo en centrar el
“caso PP” en si Rajoy, Cospedal y demás integrantes de la camorra genovesa, han
percibido o no sobresueldos en negro. De confirmarse – todo apunta en esa
dirección – sería un hecho despreciable y mostraría las carencias éticas y la
falta de una ejemplaridad exigible a quienes debieran ser honrados servidores
públicos. Por encima, flota como la mierda en un embalse lo que nadie
parece negar y lo que nadie parece discutir: que el partido hoy en el gobierno
pudo financiarse con fondos procedentes de donativos y comisiones ilegales; y
que desde el gobierno, ese partido pudo instrumentar de modo intencionado,
finalista y consciente los mecanismos necesarios para la limpieza del botín.
Fijarnos en los sobresueldos es como afear a un narco que se regale un BMW, pero pasar por alto que la pasta procede
de vender farlopa.
El continuo uso del modo condicional que observo, no debe interpretarse como el fruto maduro de la duda, sino
como la lógica consecuencia de mi cada vez más desarrollado instinto de la
conservación. Los paladines de la libertad amenazan con sentar en los tribunales a todo aquel que cuestione su honradez. No me agradaría encontrarme una demanda pagada con el dinero que
el estado me incauta vía impuestos para entregárselo a estas buenas gentes. Es
obvio que tienen el beneficio de la presunción de inocencia. Se lo concedo. Si
antes hice lo propio con “el Dioni”, con Roldán, con Díaz Ferrán o con Lance
Amrstong no hay razón para no aplicárlo ahora en los mismos términos. Aquéllos
también lo reclamaron cuando negaban las acusaciones.
Las tímidas reacciones de la competencia nos fuerzan a
sospechar lo peor. Aunque unos puedan ser más iguales que otros, en el fondo se
observa una decepcionante identidad. Patético Rubalcaba instando sólo dimisiones;
y vergonzantes Cayo y su solicitud de adelanto electoral, justo cuando las
encuestas sobre intención de voto comienzan a sonreírle. Lo de Mas y la
monotemática independencia es de traca levantina. Como si los españoles (o el
resto de los españoles, a elegir según el sentimiento personal de cada cual) fuéramos
los culpables de que su coalición y él mismo parezcan la banda del patio, con
Spinelli y T.J. a la cabeza. El culpable silencio de los sindicatos exreivindicativos,
no por esperado resulta menos sonrojante.
En mitad de esta granizada, a un ministro se le ocurre rebuznar
en público que el 15M es un tipo específico de delincuencia. Siento curiosidad
por conocer el calificativo que, aplicando el mismo rigor, le merecen los
partidos políticos, todos; o las asociaciones empreasriales, todas; o los bancos e instituciones financieras, todos y todas. No me
atrevo ni a sugerir.
En fin, que a los ciudadanos para decir con dios, como en la
vieja canción de Sabina, nos sobran los motivos. Tras este invierno de clima adverso, en la próxima primavera, justo cuando en el vecino Portugal gustan de
florecer los claveles, tenemos una nueva oportunidad de cambiar la historia.
Nadie dijo que fuera fácil, pero todavía nadie ha demostrado que sea imposible.
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