Las Grecas. Te estoy amando locamente. #VDLN 70

Todos tenemos un pasado del que avergonzarnos. Si miramos sin filtros al espejo de nuestras miserias, quién no se ha sorprendido a sí mismo excavando las fosas nasales en un semáforo, ante la intrusa mirada de la conductora de la izquierda. Lo complejo es conceder destino a los restos arqueológicos. Si navegas solo, pase. Una ventanilla a media asta siempre garantiza la intimidad necesaria para devolver a la naturaleza lo que es suyo. Se complica el asunto cuando viajas en compañía. A ver que haces con los maravedís sin que lo perciba el pasaje. El volante... el mando del elevalunas... el lateral del asiento... o tal vez la alfombrilla con cierto disimulo, si se deja hacer pelota y no se declara en pegajosa rebeldía ante las normas de la gravedad.

Animado por la idea de Laparejitadegolpe, he decidido confesarme, sacar lo peor de mí, en este agosto de calores eternos y salvajadas interminables.



Pues sí. Me gustaban Las Grecas. Me pillaron en plena pubertad. Ante el riesgo evidente de que el post sea clasificado X, dejo que imaginen el resto. No se queden cortos que la sobredosis de hormonas propia del momento daba para mucho.

Como correspondía al carácter carpetovetónico de mi colegio, pronto nos dividimos en dos bandos. Los chicos buenos se mostraban incondicionales de Carmela, la belleza clásica del dúo; los más dudosos idolatraban a Tina, la mala, la loca, la drogata, como decían los mayores por aquella época. Pese al incuestionable título de empollón de la clase, pudo más mi afición a las complicaciones y pronto me convertí en consejero delegado del club de fans de la segunda. Se ve que desde crío ya apuntaba maneras. En el lenguaje del presidente Revilla, cómo ponían aquellos pantalones, ceñidos en las zonas altas y acampanados hasta el ridículo a medida que descendíamos por la tela; cómo ponía aquel Te estoy amando locamenti, interpretado por las creadoras de un género de fusión que la crítica, por decir algo, bautizó como Gypsi Rock.



En el fondo todo se reducía a un simple ejercicio de patriotismo. Las hermanas Muñoz empezaron en esto del arte a doscientos metros de mi casa de nacimiento, en un tablao del casco viejo toledano que, como si pretendiera sumar morbo a mis primeros deseos infantiles, se titulaba El Kiki. Sí, sí, El Kiki. No había más nombres en el santoral. Aunque los lectores americanos no terminen de captarlo, en Iberia significa lo que significa. Aun después del traslado definitivo a Madrid, siguieron actuando de modo espontáneo en aquel local regentado por su tío.

Años más tarde, me apenaron las noticias sobre Tina. Pobre mujer. Incapaz de asumir un triunfo que merecía, terminó su tiempo desdentada, de albergue en albergue, buscando un refugio donde resguardarse de este mundo hostil y, a ser posible, unas dosis de jaco con que estafar a las penas. Otro juguete roto. Otra ceremonia de la destrucción con final tan injusto como previsible. Murió en Aranjuez, allá por 1.995, víctima, según la nota oficial, de una esquizofrenia paranoica agravada con toxicomanía. Tal vez resulte más exacto invertir el orden de los factores, pero... qué mas da.

Me sirvió para aprender. Para acompañar a mi hijo en el sufrimiento por las desapariciones sucesivas del Chava Jiménez y de Marco Pantani, sus ídolos de la infancia. También me ayudó a comprenderme sin excusas. Con un breve puñado de excepciones, cada vez que me he enfrentado al drama de escoger, entre lo bueno y lo malo seleccioné lo pésimo. Siguiendo al maestro Bunbury, la primera puede llamarse engaño, la segunda y sucesivas, elección. Por esos rasgos de maldad que de algún modo todos portamos, consuela comprobar que lo hay peor, mucho peor.

Como cantaba el gran Antonio Flores, al que dedicaré un par de entradas, tan pronto se calmen los fuegos del verano, los gatos disfrutamos de siete existencias. Me invade la convicción de hallarme en la interminable agonía de la sexta. La última me la guardo. Por una vez y sin posibilidad matemática de convertirse en precedente, este terco mestizo de godo y de otras cosas que ahora están muy mal vistas, tiene claro cómo y con quién desea disfrutarla. 



Vaya, por más empeño que dedique a evitarlo, al final siempre aflora ese existencialismo trasnochado que ya no respeta ni el verano. Les dejo con Las Grecas y con esta versión de Medina Azahara que actualiza sin asesinar un tema clásico, comercial, capaz de parir un estilo. Aunque no sea el mío, me gustaban, me gustan y, como casi todo lo inconveniente, sospecho que me gustarán hasta el fin de los días. 

Evito comentar los sucesos de las últimas horas. No hallaría las palabras. Lo siento. Se me encoje el alma de impotencia. De querer y no saber. Adicto al vicio de equivocarme, opto por reivindicar la sonrisa como arma contra un mundo que en lo colectivo y en lo personal, se vuelve cada vez más enemigo. Desde ese dolor que se alivia al compartirlo... feliz #VDLN, feliz semana. Salud y libertad.

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Comentarios

  1. Mira que te encontré en #VDLN. Me encantó tu publicación, vas de una emoción a otra como pez en el agua. Saludos desde Perú.

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    1. Muchísimas gracias. Me alegro que te agrade. Saludos desde Iberia.

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  2. Llevo años preguntándome por qué me gustan tus fotografías, tus conferencias o lo que escribes. Y me lo acaban de descubrir desde Perú: porque en cada imagen, en cada gesto o en cada palabra, transmites emociones. Eso es un don tío. Hasta donde te deje tu timidez, publica lo que creas para ti y solo unos pocos conocemos. No tienes derecho a quedártelo. Un beso.
    PDT: lo de Las Grecas es fuerte, no me lo esperaba. Ja,ja,ja.

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    1. El día que dejemos de ser amigos, cosa que deseo no pase nunca, me empezaré a creer tu comentario. Mientras tanto... gracias tía.
      PDT: me gustan cosas peores que Las Grecas, pero me las callo para no estropear mi reputación.

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  3. Hola! Muy buen post, felicidades. No me esperaba que te gustasen pero todos tenemos un grupo o cantantes que no cuestan admitir que no gustaban por miedo al qué dirán. Llega un punto donde a mí personalmente me da lo mismo y a ti como veo también así que me parece perfecto. Yo también puedo enumerar algunos pero casi prefiero desvelarlos en sucesivos #VDLN. Un beso y a mí también me gustaba este hit.

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    1. Tienes toda la razón en lo de los gustos. Llega un momento en que te agrada lo que te agrada y listo. Un beso y muchas gracias por tu comentario.

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  4. sabes que el primer recuerdo que tengo de las grecas es de cuando era una niña y entraba en casa de mi abuela, mi tía, que era la más joven, siempre tenía una cinta en el radio y a todo volumen...como tu dices todos tenemos un pasado aunque no siempre debemos avergonzarnos! es parte de la historia! feliz Finde!!

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    1. Por fortuna, hace tiempo que dejé de avergonzarme de lo que fui. Todos cometemos errores que al final, cuando se reconocen, sirven para madurar. Las Grecas no fue de los peores. Existen más razones para avergonzarnos como sociedad de lo que somos. Gracias por tu comentario, feliz lo que queda de semana que cada vez llego menos a los comentarios.

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