Podemos CLM. Mierda, mucha mierda.

–No.– Ese fue el tajante monosílabo con el que respondí a la invitación de un amigo común, para incorporarme al proyecto regional que entonces gestaba Fernando Barredo. Mis razones resultaban obvias, la política partidista (el disciplinado brazo social del capitalismo económico), siempre me pareció un río de mierda. Y quienes intentan navegar sobre él, terminan salpicados, aunque sea de modo involuntario, o, en su defecto, alguien arrojará sobre ellos paladas malolientes de tan incómodo elemento.

No me une con Fernando mayor relación que la natural de medio habitar en la misma ciudad, de disfrutar de un número relativamente amplio de amistades compartidas, de la simple admiración por su labor artística y del agradecimiento por la hospitalidad de su domicilio en algunas agradables madrugadas. Sin ser poco, no justifica una adhesión incondicional, a la que además soy por naturaleza escasamente proclive. Coincido con él en buena parte del diagnóstico, aunque discrepo del tratamiento. Sigo convencido de que la acción directa y la transformación de los hábitos personales constituyen la mejor receta para combatir el mal de nuestro tiempo, convertido en epidemia por las terapias neoliberales y la complicidad culpable de toda fórmula conocida de izquierda parlamentaria.

Foto divulgada por Twitter oficial de Imagina Podemos

Lo demás, parece un mal guión escrito por compromiso para un pésimo thriller de bajo presupuesto. Según las grabaciones difundidas en el Twitter oficial de la corriente Imagina Podemos, no falta de nada. Un marido despechado que, incapaz de preguntarse en qué falló para que su pareja (en su criterio) muestre mayor complicidad con otros que con él, decide culpar al resto de su fracaso entre amenazas; una dirección del partido que opta dar por bueno, sin tan siquiera investigar, un argumento inverosímil para cualquier observador neutral; y un sicario pagado por vaya usted a saber quién (no seré yo el que se aventure en hipótesis que constituyen tarea de la poli) dispuesto a dar un «repasillo» a la audible voz del núcleo más rebelde, a cambio, con alta probabilidad, de un puñado de simples billetes. Casi «na». La España de Puerto Hurraco, trasladada a la patria inventada del Quijote. A la vista de como se las gasta la peña, será cosa de desempolvar el kimono, e ir recordando las artes marciales practicadas en la juventud, no sea que alguien se disguste por alguno de mis comentarios.

Más allá de la anécdota del caso, por fortuna parece que todo quedó en eso, se imponen dos reflexiones:

a) La violencia de género no es asunto de izquierdas o derechas. Cuántos machistas confesos, incapaces de caerse del caballo, se esconden tras esos preciosos femeninos genéricos o los cargantes «nosotras y nosotros» tan correctos en lo político, para seguir campando a sus anchas tan pronto como se incorporan a lo cotidiano. A ver, tío capullo, que aun en el supuesto (ni lo sé, ni me importa) de que anduvieras en lo cierto, no serás el último ni el primero al que le pongan (o en poner) los cuernos. Ante ello, la gente normal nos aguantamos, analizamos nuestros errores, recomponemos la vida como mejor se deje y a otra cosa; o todo lo más, si la tristeza aprieta, inundamos las redes con frases de Galeano. Pero ni vamos esparciendo basura más allá del estricto desahogo con los íntimos, ni juramos venganza en los extraños.

b) Sorprende que se suspenda a Barredo de militancia por una simple publicación en El País, sin prueba distinta al testimonio del «macho agraviado»; cuando en el mismo medio se difundieron con todo detalle los «errores contables» de Monedero, las especulaciones cooperativas del chico de las coca-colas o «los pecados de ciudadano» de Echenique, y la respuesta de la dirección no fue otra que el apoyo incondicional. Por qué tan distinto tratamiento ante circunstancias que desde fuera se antojan similares. La respuesta la hallamos en los propios argumentos esgrimidos por el ya visible aparato del partido. En los casos citados se reconoce la trampa, pero la finalidad última era «una buena causa». En lo de Fernando se prescinde de este argumento, porque para «los de arriba» y sus voceros, «buena causa» es la de quienes apoyan sin crítica, y perversa la de los que discrepan de sus directrices. Todo claro. Las fatales consecuencias de ese estalinismo trasnochado que buena parte de la ciudadanía intuye en los responsables de Podemos y que, en mi criterio, taladró el agujero por el que se escaparon un millón de votos entre las dos últimas convocatorias electorales. Lo de echar las culpas o no se sabe que especie de persecución judeomasónica, solo sirve para los fans; para el resto huele a viejo.

Y como banda sonora de toda la película, la consulta a los inscritos sobre la posibilidad de convertirse en cómplices de los desatinos de Page, con una vicepresidencia en juego. Curiosa la pregunta formulada. Un poco al estilo del «OTAN de entrada no» o de los mejores tiempos del peor franquismo, incluye un condicional cuya interpretación queda a criterio de la recién reelegida dirección autonómica. Te cagas. Fieles al eslogan que gritábamos en las plazas, «lo llaman democracia y no lo es».

Definitivamente, algo huele a podrido en Podemos. Al menos, en Castilla La Mancha que es lo que por proximidad me corresponde. Pese a mi escaso entusiasmo por quienes ven en el poder el remedio y no la fuente inagotable de casi todos los males, una verdadera lástima. Hubiera resultado bonito, de ser cierto.

Comentarios

  1. la gentuza violenta,parece ser, que también están metidos en estos grupos de ultraizquierda

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    1. En todas partes a lo que se ve. Las ideas, cualesquiera que sean, no otorgan certificado de buena conducta.

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