Simple Minds. Someone, somewhere ... in summertime. Vdln 19
El verano, las vacaciones, los días largos y las noches intensas, incitan a la brevedad. Cumpliré con el ritual. Es más tiempo de perseidas y lunas gigantes que de estupideces pseudo-filosóficas. Selecciono para esa misión unos guerreros que economizan el comentario. Todos conocemos a Simple Minds. Esos escoceses capaces de sobrevivir a más de treinta y cinco años de carrera, a los caprichos de la industria y, lo que suele mostrarse más complejo, a su propio éxito. Aquel celebérrimo “Don't you (forget about me)” de 1,985, estuvo a punto de mandarlos al limbo de los vencedores. Se sobrepusieron. Lejos de subsistir de los ahorros de los ochenta, decidieron colocar su prestigio en la arriesgada bolsa de las nuevas composiciones. Lo lograron. Sus últimos trabajos no son excusas para salir de gira, sino genuinas obras de arte, aunque ya no suenen – previo pago – en las radio fórmulas. No lo necesitan. Conquistaron con pánico de avión y sudor de carretera el afecto de los suyos. Publican cuando tienen algo nuevo que decir. Hasta ahora, lo dijeron siempre bien.
En lo personal, mantenía con ellos una deuda, una letra de cambio casi vencida. Nunca los había visto en vivo. La saldé hace un par de años, durante la gira 5x5. Fue en la Riviera madrileña, la de la puta palmera frente al escenario. Todavía me relamo. Un concierto sólido, emotivo, impecable, de los de rebañar y chupar el plato con disimulo, cuando pensamos que nadie mira.
De la formación original solo permanecen el guitarrista Charlie Burchill y el gran Jim Kerr, cantante, imagen, autor de los textos y ... ex-marido de Chrissie Hynde. Uno de esos tipos con fama de “buena gente”. Desde hace años reside en Sicilia donde, según confiesa, reaprendió a vivir. Se nota. Nada en común con esos esperpentos que a los cincuenta y muchos intentan, al precio del ridículo, ejercer de adolescentes. Kerr, con su estilo, con su clase, con ese saber estar tan propio, nos demuestra que envejecer, cuando se hace bien, es exactamente lo contrario de convertirse en viejo.
Foto: Rafa Hernández. Madrid, 2012. |
Poema (más o menos):
Quédate,
estoy ardiendo lentamente,
conmigo bajo la lluvia.
Caminando bajo la fina lluvia,
pronuncia mi nombre.
Mírame, ardiendo lentamente.
Días espléndidos.
Despierto en días espléndidos.
Sombras de caminos brillantes
cambiarán a cada momento.
Recuerdos,
dorados y ardientes recuerdos,
Brillos de días recordados
me cambian en ese momento.
En algún lugar hay un sitio
que ni un millón de ojos alcanzan a ver.
Y en algún lugar hay alguien
que ve exactamente lo mismo que yo.
Alguien, en algún lugar ... en verano
Momentos ardientes,
queman despacio las noches doradas.
Otra vez miro las luces de la ciudad
sujetando las velas de la pasión.
Días espléndidos.
Despierto en días espléndidos.
Sombras de caminos brillantes
cambiarán a cada momento.
En algún lugar hay un sitio
que ni un millón de ojos alcanzan a ver.
Y en algún lugar hay alguien
que ve exactamente lo mismo que yo.
Gran elección. Nunca los tuve en mis cassettes (ni en mis mptreses), era más de Chrissie Hynde. Pero a solidez pocos les ganan la mano. Es difícil encontrar casos tan dignos después de tantos años.
ResponderEliminarBuen verano, donde y cuando te pille. Un saludo
Me gusta la entrada y me trae buenos recuerdos. El último párrafo es "tuyo". No es peloteo que ya hace más de veinte años que dejaste de ser el jefe más exótico que he tenido. Besosssss.
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