Bernard Lavilliers. Angola. El alma de África. Vdln 31

Por fortuna, Teresa Romero venció al ébola. Por desgracia, el resto parecemos olvidarnos de las dos, de la enfermedad y de la enfermera. Se podría entender como la alocada consecuencia de estos tiempos de prisas, en los que la hemorragia de la velocidad prima sobre el bálsamo de la certeza. En los que apasionan los principios, pero casi nunca interesan los finales. Discrepo. El maldito virus, como el hambre, como la guerra, como la injusticia, dimite de los noticiarios en cuanto retorna a las jaulas, en cuanto volvemos a sentirlo “cosa de negros”.

Llevamos décadas sosteniendo la bonanza propia en el sufrimiento ajeno. Agrade o no, nuestro primer mundo, nuestras riquezas, nuestro agonizante sistema de protección social, se asienta sobre el expolio del norte sobre el sur, sobre la destrucción sistemática de la Gaia y sobre el sometimiento de la mujer al yugo del varón. Precisamos que nos visite la miseria para indignarnos. Eso que llamamos crisis, eso que aterrados denominamos pandemias, no son más que las justas penitencias por nuestros actos. Como los orines expulsados sobre el pavimento, de vez en vez, salpican. Por desgracia, parece que en este principio de milenio, apuntamos mal y nos echamos encima la meada entera.

Las normas de este juego de blogs, invitan a justificar por qué elegimos una pieza. La Angola de Lavilliers no precisa traducción, me cuenta exactamente "eso" que indicaba en los párrafos anteriores. Coincidan o no con el mensaje, espero que les guste. Calidad, le sobra.




Bernard Lavilliers, uno de los grandes de la música francesa, vivió los primeros años en los suburbios de Saint Etienne. Según sus palabras, pudo estudiar para boxeador, para gánster o para poeta. Se quedó en músico, aunque sin abandonar del todo las otras vocaciones. Lo verificamos con solo traducir los textos o con sumergirnos en su agitada biografía. Pagó en cárcel la fuga a Brasil huyendo del servicio militar. Ya sabemos que nuestros vecinos del norte se las gastan finas con eso de las patrias. Debió agradarle la experiencia porque en un par de ocasiones estuvo próximo a repetir. La primera por una bronca; la segunda por sus criterios políticos, siempre radicales y, muy a su aire, siempre cercanos al ala más extrema del Partido Comunista.

En lo musical podríamos definirlo como un explorador de ritmos. Hasta mediados los ochenta se ocultó como militante de base en el rock de tradición gala. A lo Johnny Hallyday, pero con permanente al gusto de la época y aires de camionero de telefilme. Salió del armario al descubrir el reggae, el jazz y las melodías brasileñas, para aterrizar al final en los sonidos africanos. Fusión de fusiones, su carrera parece el diagrama del PIB durante el siglo pasado. Una interminable sucesión de dientes de sierra, pero siempre con tendencia alcista. Todo va en gustos. En el mío, los dos últimos trabajos se adornan como los más brillantes de su trayectoria. 

Según costumbre, regalo a los empollones unos pocos enlaces extras. Scorpion, Les mains d'or y Stand the ghetto , permiten comprender mejor la amplitud de registros de esta versión francesa de nuestro Santiago Auserón.

Buen viernes, feliz semana. A disfrutarlos con salud y en libertad.

Comentarios

Lo más heterodoxo