Rafael Amor. Mundo de zánganos.#VDLN 214

Imagen: Marc Figueras, óleo sobre tela.

Quizá porque Bahamontes —el mito sobre ruedas de la tierra en que saludé a la vida— aún recuerda a mi progenitor como uno de los más espabilados de la clase, nací con el ciclismo en las venas. Aparte de las sentadas ante el televisor —sí, hubo un tiempo en que hasta yo gastaba de esas cosas—, cada julio y cada septiembre, acudía cargado de muchachos a pie de carretera: Tourmalet, Peyresourde, Abantos, Navacerrada o La Covatilla formaban parte irrenunciable del menú veraniego de la tribu. Todo se desmoronó como rascacielos ante avión pilotado por hooligan de Bin Laden cuando un tal Ullrich, un alemán criado al este del muro, apareció en los papeles de la Operación Puerto

El razonamiento resultaba obvio: si este, el que siempre quedaba segundo, iba hasta el culo de sustancias ilegales, qué no sería de quien le sacaba cinco minutos o de los que aguantaban a su rueda en las montañas francesas y aspiraban con fundamento a derribarlo. Eran los tiempos de Armstrong, de Pantani, de Mancebo, de Ibán Mayo o de Sevilla. Todos terminaron cayendo.

En casa elaboramos una teoría infalible: el más bocazas en echarse las manos a la cabeza por la trampa del competidor, el siguiente de la lista. El tiempo descubrió que aquellos que nos ilusionaron no eran más que un fraude con manillar. Resultaba evidente que solo la esperanza de que no fuera cierto, el deseo íntimo de creer en algo, mantenía el espectáculo. De las últimas veintiuna ediciones, únicamente cuatro de los que en primera instancia se proclamaron ganadores no han tenido «problemillas» con el dopaje. Y, sin embargo, seguimos empecinados en considerar al de la bicicleta un deporte legítimo en el que basta con expulsar a unos pocos irresponsables para convertirlo en limpio.

No sé a qué vino tan infame parrafada. Juro que yo solo escuchaba por la radio el asunto de la moción de censura y aparecieron en mi cabeza toda esta colección de desatinos. Consultaré con mi psicoanalista. No encuentro la menor relación entre lo uno y lo otro.

En fin, que en premio a haber resistido leyendo hasta aquí, les obsequio una delicatessen. Un poema musicado de Rafael Amor que nos habla sobre un Mundo de zánganos. También de bobos que los aplauden. Otra asociación sin causa, supongo. Aunque si les soy sincero, la que más me apetece es una de La Polla Records, Odio a los partidos (con la célebre jota incluida), que me limito a enlazarles en la versión de Gatillazo. Además de por la evidente diferencia de calidad literaria en favor de la pieza de mi tocayo, tampoco me apetece terminar en la cárcel.



¡A la mierda ideologías —nunca las ideas—, ideólogos también! ¡Fuego a las banderas! (Evaristo Páramos). Quería decir feliz #VDLN, feliz semana. ¡En qué estaría yo pensando!

Salud y libertad.

PDT: Disculpen que haya tenido que escoger un corte de un directo entero y además con imagen fija. Lo único que encontré por la red con la necesaria calidad de sonido. Es lo que tiene cuando uno se toma en serio lo de «ser alternativo». Si quieren buenas interpretaciones, con medios y bien ensayadas, miren en la página del Congreso. Las hay buenísimas.

Ficha técnica

Título: Mundo de zánganos.
Intérprete: Rafael Amor.
Composición: Rafael Amor.
Album original: El mundo se mueve (2002).
Enlaces: letra.






Comentarios

  1. Creo que desde la época de Indurain no he vuelto a seguir el ciclismo. Aunque no te creas, tu parrafada, como dices, si tiene que ver con lo de la moción... Buena semana!

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