Gato Pérez. Prohibido maltratar a los gatos. #VDLN 66.

Los veranos huelen a verbena. En la fiesta de cada barrio, de cada pueblo, nunca fallan las orquestas de pachanga que “amenizan” las calurosas madrugadas estivales. La pedantería con un toque marginal propia de mi juventud, pronto las convirtió en enemigas. Cuando me trasladé a un pequeño pueblo dormitorio en las proximidades de mi ciudad, la patología alcanzó rasgos psicopáticos. Entre una hija con sonambulismo severo, capaz de convertir las penumbras del alba en una peli de Hitchcock;  mis prejuicios de ecologista neoludita (guerra al aire acondicionado) y un chaval inasequible al desaliento en toda suerte de atracciones de feria; convirtieron los primeros días de cada mes de julio en una una especie de Semana Santa, con este humilde bloguero en el papel de Jesucristo crucificado. Lo de vivir a cien metros de la plaza tampoco ponía mucho de su parte. Ni el "pulpo" pegando brincos en el ventanal de la alcoba (¡joder con la sirena!), ni el tío de la tómbola más o menos debajo de la almohada, constituían el condimento adecuado para una feliz noche veraniega. Era escuchar “le toca la chochona” y despertarse en mí el criminal instinto que todos albergamos en algún punto de nuestra alma: “le toca tu puta madre”.



Por algún inconsciente mecanismo del intelecto, asociaba rumbas, pasodobles y salsas con la periódica pasión estival. Que sí, que sí que a todos nos agradan las fiestas, pero cuando al día siguiente te levantas por narices a las siete, Paquito el Chocolatero suena a estrujón en los genitales.

Al alcalde le cogí manía. Por alcalde, razón más que suficiente; por engordar la barriga y el bolsillo a ritmo casi parejo; y por mostrar su orgulloso rostro de bobo autosatisfecho en el cartel anunciador de los festejos patronales. El folleto propagandístico, una estrofa cocinada al mal gusto de las que suplen con ripios la absoluta carencia de talento. Gala afirmaba que el amor es como un poema, pero que hay poemas malísimos. Este, sin duda, se integraba con soltura en el club de los pésimos. En la primera página una foto del edil en uniforme de gran gala, adornado con uno esos collares made in Parla que concedieron a los nativos de la localidad madrileña el seudónimo de olímpicos. Tardé años en descubrir el porqué de semejante apodo. Al parecer todo se debía al hábito de visitar el hospital de Getafe en elegante chándal y con el cuello engalanado de medallas. Como Marta Domínguez, pero en tripón. Nuestro primer ciudadano se reconocía en esa imagen el rostro de la elegancia. Pero mis malas noches y mis malas leches lo traducían como el del “El Vaquilla” en la boda de algún cuñao.


En las hojas siguientes, un pastiche de actividades cuya mayor virtud parecía consistir en el volumen. A las doce, con la fresca, tocaba deporte: padel, día de la bicicleta, cucañas y un curioso concurso de pesca aprovechando la proximidad del pantano. Qué culpa tendrían los peces. La misma que los pobres toros, torturados el domingo en un recinto portátil instalado frente al polideportivo. El de ajedrez lo suprimieron por falta de concursantes. Lo esperaba.

Por la tarde, supersticiones. Entre desfiles de vírgenes, cristos y misas varias, ni las beatas daban a basto con tanta exhibición de espiritualidad. Cuando el sol dimitía de sus funciones, baile en la plaza. Una semana de orquestas horteras, todas con casi idéntico repertorio. El sábado, concierto. Al principio nivelazo. Por aquí pasaron en actuaciones siempre gratuitas gentes como Celtas Cortos, Mikel Erentxun o las últimas versiones de La Cabra Mecánica. Cuando la vecina de abajo accedió a la concejalía de festejos, se torció el paralelo y las ruedas se desgataron de modo desigual. Cambiamos el elegante rock de los pucelanos por Rosa de España, por David Civera o por algún esperpento de la factoría OT. El único bolo conocido en la carrera de un tal Manu Tenorio, tuvo que celebrarse en tan insigne localidad. Pronto la chica del segundo abandonó el barrio para instalarse en un adosado de nueva planta. Ningún vínculo con el ejercicio del cargo público, ni con las comisiones que esa oposición siempre malintencionada, difundía en pasquines para intoxicar a la ciudadanía.

Con puntualidad japonesa, a las cinco soplaban aires del sur. “Sevilla tiene un color especiaaaaal”. Coño pues iros todos a disfrutarlo en origen que no hay nada como lo auténtico. Mucho baile, mucha fiesta, pero poco sexo. No se conoce órgano masculino capaz de ejercer con dignidad su natural desempeño tras la ingesta estándar de quince dosis de alcohol. Igual los chavales se defendían con el cargamento de hormonas propio de la adolescencia. Pero a partir de los cuarenta...



Con esos antecedentes nunca me he explicado el porqué de mi pasión por el Gato Pérez. Quizá su apodo, convivo con una amplia manada de los de su especie; quizá su pragmático modo de contradecir la ley de incompatibilidades que muchos pretenden aplicar a los sentimientos, de afirmar que uno puede reconocerse tan catalán como argentino y tan argentino como español o reafirmase en la nada sin renunciar al próximo; o quizá por componer en su día una de las canciones con las que me identifico de fin a principio. La edad derrite como el hielo en los calores la capacidad de autoengaño. Desde que puse la razón en uso hasta hoy, y creo que hasta que marche a hacer compañía al bueno de Krahe en algún infierno reservado a los malditos… Quisiera ser poeta. Y alcanzar un lugar entre las estrellas donde no topar con gente desagradable, dotada de la maléfica costumbre de recordar los sueños pendientes. Qué texto y, pese a unos arreglos ajados por el tiempo, qué melodía.

Inmenso ser amado
y amar a un semejante,
pero quererse a uno,
también es importante.

Lamento no disponer sino de una triste versión enlatada con imagen fija. El tributo cobrado al gran felino por morir pronto y mostrarse diferente. Su arte merece una actualización fiel a los principios, nunca ese destrozo que organizó Sisa.

El tema que encabeza este #VDLN nació en 1982, integrado en el que para mi fue su mejor trabajo: Prohibido maltratar a los gatos. Según confesión del autor, el primero bajo los efectos del agua mineral sin gas. Para que luego digan que a los mininos les sientan mal los líquidos. Les dejo otra muestra: La rumba de aquí. Un himno.



Cuesta despedir al argentino del sombrero eterno y las gafas de pasta sin recordar alguno de sus directos. Nunca incluiría a Gitanitos y morenos entre lo mejor de su repertorio, pero contiene una de esas frases felinas que inspiran la exacta definición de su arte: “ahora vengo yo a cantar distinto”. Por eso, porque cantaba distinto, me niego a recluirlo en la discutible clasificación de rumba catalana. Lo suyo excedía de ese ritmo binario, abundante en síncopas y contratiempos, tan característico del género afroamericano. Todos sabemos que los gatos, animales inteligentes, desconocen el humano concepto de la patria.



Buen #VDLN, feliz semana. Frente al calor que nos asola, también en lo meteorológico, salud y libertad.

Comentarios

  1. Jejeje Hola Rafa, si que es verdad que la primera tiene una letra preciosa, muy bonitos los versos que extraes, y desde luego tu post como siempre fantástico con tu toque sarcástico, me sacas la sonrisa.
    Me sonaba la canción del último video, pero no tenía ni idea de quien la cantaba.
    Que tengas buena semana y feliz #VDLN

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  2. Pues solo lo conocía de nombre, y de haber escuchado la ultima canción , pero sin relacionar uno y otra. Madre mía, me ha parecido estar en tu pueblo mientras describías la verbena... Buena semana!!

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  3. que regresar al VDLN este semana a tenido muchas buenas cosas, la de siempre las recomendaciones llena de musica nueva para mi (como este caso) y otra encontrarme con tu blog

    Saludos

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  4. Entre los pueblos de veraneo y los de los pueblos dormitorio ¡Qué veranos! Muy buenas las letras de Gato Peréz!!! Feliz semana!!

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  5. De Gato Pérez la única que conocía era la de "Pedro navaja", que no sé si es suya original. Del texto que acompaña a las canciones, como siempre, sublime.

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