Mago de Oz. El despertar de los sueños. VDLN 234

Como todo lo que rodea a la banda madrileña desde hace por ahora treinta años, hasta el principio se volvió polémica. Menuda idea la de no anunciar el horario del recital —solo el de la de apertura de puertas— para que cada uno lo interpretara a su gusto y, si de paso, consumía su tiempo devorando cervezas y comida de mierda en el zulo del WiZink Center, mejor para los organizadores. Para eso bautizaron el recinto con nombre de banco. La lluvia suave empapó a quienes optaron por hacer una cola de sesenta minutos largos en lugar de obedecer a la sensatez y disfrutarla al calor de unas tapas en alguno de los acogedores garitos de Jorge Juan.

Imagen: Anja Osenberg

Una vez dentro, a eso de las nueve y veinte, el espectáculo se vistió de gala. Una sinfónica completa, la habitual formación del grupo en el último quinquenio en la que Patricia Tapia volvió a demostrar que no hace falta pasar por un concurso de la tele para tener la mejor voz femenina de la música española y una interminable lista de «cameos». Uno comprende que hay que cumplir con las amistades, pero solo Leo Jiménez —cada vez canta mejor— y el violín mágico de Ara Malikian añadieron talento a lo que había sobre el escenario. Mucho, muchísimo, en el caso del armenio-libanés. El resto, lo esperado. Casi tres horas de recorrido por la zona de su repertorio más compatible con arreglos sinfónicos en un set list que repetía literalmente el dvd grabado en México. Todo un orgasmo sonoro para esos miles de incondicionales entre los que me encuentro. Aunque los adictos al metal ortodoxo los acusen de comerciales —se ve que los demás componen los temas para cantarlos mientras se pelean con el aspirador— y las «gentes de bien» de metaleros indeseables, Mago sigue siendo el Mago. Con sus aciertos y con sus errores, parafraseando al antiguo anuncio de una conocida marca de cervezas, probablemente, el mejor folkmetal del mundo.

Al margen de los temas más populares (Diabulus in musica, Molinos de Viento, Fiesta pagana, Gaia, Dies Irae, La costa del silencio…) y de esa Cantata del diablo que merece por sí un concierto, me quedo con dos instantes; dos piezas un tanto alejadas del estilo que trasladó su nombre a la historia del rock en castellano. Se las regalo en este día de los muertos. Tal vez, porque alguna analítica nos enfrenta a la certeza de haber nacido con una no muy lejana fecha de caducidad; porque ya va siendo hora de despertar los sueños; porque casi contamos los días para que salga a la venta nuestra nueva novela, tenemos muchos versos para cuando proceda, y curramos como locos en un proyecto que ilusiona por encima de lo publicado, o porque mi alma hoy quiere volar para convertirse en agua, brisa del mar, o en la flor que llegue trepando hasta ti.





Espero que les gusten. Feliz #VDLN, feliz semana. Salud y libertad.




Comentarios

  1. He pasado un buen momento escuchándolos. Hacía tiempo que los tenía guardados en mi memoria, hoy disfrutado de su música.
    Un saludo.

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