Habitaciones separadas
Quizá
por haber saludado al mundo en medio de una nevada otoñal, en un
lugar donde cada copo es noticia... O tal vez, por mi rigurosa adicción
a la minoría... Lo cierto es que no termino de ver clara esa solución
a todos los males del universo que denominamos unidad de la
izquierda. La relativa cercanía de las elecciones europeas junto al
viento favorable con que para algunos parecen soplar los sondeos,
estimula las urgencias al tiempo que anestesia las
razones. La pretendida y sobrevalorada unidad dejó de considerarse un medio, para definirse como
el fin supremo de toda opción de progreso.
Hace
unos días leía en un twit de Taibo: “¿Qué ocurre cuando, para
perfilar una intersada unidad, el mínimo común denominador es la
defensa obscena de la misería que padecemos?”. Tanto si nos referimos a una
argamasa electoral ( me lo temo), como a una fusión ideológica; el
invento presenta muchos más incovenientes que ventajas. Cuando quién
la reclama, navega con el mar a favor de la tendencia electoral, en
realidad nos solicita el clásico voto útil. La renuncia a las
propias ideas en favor de las ajenas, solo porque estas se encuentran
más extendidas. Cuando quién la pide, circula a rueda por la cola
del pelotón político, con certeza exige una notoriedad que ni por
cifras ni por letras le corresponde. Uniformar las ideas se
configura como el pasatiempo predilecto de una suerte de
neostalinismo que hace fortuna en determinados frentes ideológicos.
Qué poco han escuchado a esas plazas primaverales a las que se
acercan a la caza del voto o qué poco han entendido sus peticiones.
La
unidad de la izquierda, para ser útil, para convertirse en verdadero
motor de cambio, no ha de referirse al copyright de las ideas; sino
al modo de alcanzar consensos. Ha de huir de ese chantaje emocional
propio de maltratadores políticos: gana el PP porque no me votas.
Vaya hombre, si encima tendremos los demás la culpa de que seas
incapaz de articular una meta ilusionante para una
mayoría. El mensaje de las plazas no impone contenidos; patenta un
método. Cambia el concepto de “partido” por el de asamblea;
el de militante por el de ciudadano; el de programa por el de
acuerdo. Los objetivos no se imponen, se negocian. No se pagan ni cuotas,
ni peajes. Se asiste, se opina, se contribuye. Frente a la
discusión competitiva de “los políticos”, con sucesiones
interminables de réplicas y contrarréplicas sin más objetivo que
“llevar razón”; el debate cooperativo entre los iguales. Se
interviene, se aporta y se aceptan los consensos o los disensos. La
razón no existe, tan solo la voluntad de entenderse. Para lograr la imprescindible
unidad de la izquierda, ni siquiera es preciso ser “de izquierdas”.
Basta con ser. Lo característico de las fuerzas de progreso debe
manifestarse en su capacidad para construir una sociedad en la que
todos se sientan cómodos. El famoso 99%. Si esa fórmula resulta
incompatible con determinados dogmas del socialismo del más allá,
confío en que San Hugo sepa perdonarnos los pecados.
Por
eso me niego a aceptar la unidad de las fuerzas opositoras al régimen
financiero, como requisito previo para la acción liberadora. Hoy
más que nunca resulta imprescindible separar el grano de la paja.
Los anticapitalistas, de los antineoliberales. Los que pretenden
reiniciar el sistema, de los que se conforman con cambiar de
gobierno. Ni aspiramos a lo mismo, ni compartimos los medios a
emplear para alcanzarlo. Si deseamos que el futuro tenga sentido,
debemos hacer nuestros los versos del gran Antonio García Montero.
"Sabemos que nos resulta necesario aprender a vivir en otra edad, en
otro amor, en otro tiempo. Tiempo de habitaciones separadas."
Lo que necesitamos, ya lo tenemos y se llama "Democracia Efectiva", como la realizaban hace más de 2000 años en la Grecia de la época de Pericles, en que el Pueblo proponía, y decidía efectivamente, colocando y destituyendo a los gobernantes, los cuales debían obedecer sus mandatos. Hay una explicación que dura hora y cuarto por un profesor fFancés en un video en facebook, en la página Democracia Efectiva.
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