Los Sims

Si alguna vez se me ocurre volver a la calle para protestar, me quedo hasta el fin del juego. Que pase lo que tenga que pasar, pero que pase. O se regresa con lo que se quiere o, como en las viejas máquinas de luces y bolas que adornaban las cristaleras de los billares de mi infancia: ¡falta! Descalificado por mover el tablero. A estas alturas de la vida no preciso sentirme ni rebelde, ni pacifista. Interpreto lo primero como un intento de tranquilizar conciencias (si pertenezco a la izquierda subversiva, ya puedo dormir sereno). Lo segundo, como una justificación de la cobardía. El veganismo supone renunciar al asesinato animal, pero de ningún modo, permitir que tu depredador te devore sin oponer resistencia. Eso se llama estupidez. Ir de manifa como quien va de fiesta, volver a casa feliz (cuántos, qué pacíficos hemos sido y qué bien nos lo hemos pasado), mientras otros compas se quedan tirados a merced de una banda de maleantes a sueldo del estado y mientras todo a nuestro alrededor permanece igual que al principio... cansa. No sirve. 



El guión escrito por los empleados de la banca dice que la concentración resulta tranquila en los inicios, pero que al término, grupos violentos provocan disturbios. Cierto.Todos sabemos qué clase de uniformes llevan esos grupos y hasta a cuánto asciende su repugnante caché por actuación. El diagnóstico mental, lo intuimos. Determinados psicotécnicos darían para tres "oscares" a la mejor historia de terror, en la cuarta parte del silencio de los corderos.  ¡Sal y pega!. Como cuando a un perro de las llamadas razas peligrosas, lo educan para matar. Los pobres pitbull van a la fuerza. Carecen de elección. Estas bestias se presentan voluntarias a cambio de pasta. Cual mercenarios, cual matones de la mafia siciliana, siempre dispuestos a lesionar por dinero y sin hacer preguntas. Algún día nos decidiremos a dejar de ser cómicos para convertirnos en guionistas. Lo mismo la obra queda mejor si alteramos el orden de los actos. Así, suena repetida.


Quien lo desee, puede esperar a que Méndez y Toxo salgan de su responsable reunión institucional con gobierno y patronos. O a que algún iluminado universitario nos obsequie una interesante charla-coloquio (también vale una telehomilia) sobre la sencilla salida de la crisis de regreso al bienestar. O sobre lo malísima que es la banca (yo no me enteré hasta que lo oí a un conferenciante). O sobre algún pegamento arregla-todo, de moda entre la progresía más "in". También me sirven las maldades de la reforma laboral o de la futura regresión fiscal. El Sálvame de la política vendido en pack intelectual, para el prometedor mercado de "los alternativos". Parece que "pone" mucho. Bla, bla,bla... Cinta de embalaje para bocas con sobredosis de ingenuidad. 

No nos engañemos. Leamos al enemigo: "grupos incontrolados provocan disturbios al final del acto". Luego todo lo demás, las marchas, las protestas, las voces, la fiesta, el silencio de los medios, todo, estaba bajo control. Somos actores, personajes de los Sims movidos por el dueño de nuestra historia.  A ver sí aprendemos, solo el enfermo sabe lo que le duele.  Para volver a asistir a este tipo de actos, necesito la certeza de no haberme afiliado a la Hermandad, de no seguir a un líder opositor creado por el poder, de que El Libro, no fue dictado por la Policía del Pensamiento. Lo dejo. Ya se que mi mente lastimada tiende a trasladar a la realidad fragmentos de una novela de Orwell. No hay que hacerme mucho caso. En mi cabeza, como en El Corte Inglés, también es primavera.

Y sin embargo, como aquella preciosa canción de Héroes, sabemos que todo arde si aplicas la chispa adecuada. Carace de sentido enfrentarse a Mazinguer Z en su terreno. Golpear donde duele que diría Kaczynski.




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