Christina Rosenvinge. Lo nuestro. #Vdln 60.
Qué difícil resulta casi siempre hacerse entender en esta sociedad nuestra. La tendencia a reducirlo todo, a buscar explicaciones de tertulia rosa para situaciones complejas, nos arrastra sin reparos hacia la temida ceremonia de la estupidez. Si Christina Rosenvinge fuera un tío feo con bigote o una mujer de estética menos acorde con las modas del momento, los que la seguimos desde siempre, los que admiramos su arte como quien venera el hiperrealismo de Charles Bell, el Ornitóptero de Zóbel o las acuarelas de mi amigo Manu Buendía, no nos veríamos en la frustrante obligación de aclarar que no morimos de amor por sus huesos, sino por el infinito alcance de sus creaciones. Que percibimos como satisfechos en otros puertos, las necesidades de afecto indispensables para continuar la marcha en esta ruta de emociones que convenimos en llamar vida.
Aunque para la mayoría resulte menos excitante que algún trastorno de peli de Hitchcock, admiro a la madrileña porque supo escapar de su personaje y de quienes todavía sueñan con hacer Chas y encontrarla a su lado; a ser posible con el mismo aspecto que cuando compartía dúo con Alex de la Nuez, un músico que siempre me pareció un petardo. Ilusiona, porque comprende sin arrepentimiento que lo de Voy en un coche cuando se ha cumplido medio siglo, resulta tan inadecuado como un ballenato bajo las aguas postizas del estanque del Retiro. Porque ejerció de pop-star adolescente en la adolescencia; de rockera turbia cuando la juventud la fusionó con unos Subterráneos sobrados de talento, pero carentes de estabilidad profesional. Por allí pasaron en uno u otro papel, nombres ilustres como los de Pancho Varona, Alejo Stivel, Antonio García De Diego, Elsa Fernández, Tito Dávila o Jaime Asúa. Fueron los tiempos del Mil pedazos, del Tú por mí o de aquellas Flores raras que tanto me decían. Dos años intensos que dieron para mucho y que nos supieron a muy poco.
Admiro a Christina porque como todos, se hizo distinta al coincidir con Lee Ranaldo. Porque decidió despedirse de lo seguro y emprender la aventura americana para convencerse de que no le servía. Porque asumió su físico como parte de sí y no como objeto de tráfico para mercaderes sin escrúpulos. Sus poco conocidos trabajos en inglés merecían el premio de una difusión más amplia.
Admiro a Christina porque dice tacos y porque tiene los ovarios suficientes para pasearse por Madrid en bici, a merced del primer imbécil motorizado capaz de asesinar por prisa. Porque su rostro cambia con el tiempo, porque no miente, porque deja visibles los signos de los años como los árboles las muescas de su corteza.
Pero sobre todo admiro a Christina por su capacidad de reinventarse sin dimitir de si misma. Su último trabajo, Lo nuestro (2015), se torna demostración de cuanto afirmo. Comienza con La tejedora, una pieza sucia, gótica, que se eleva hacia las nubes como la única torre de la catedral coja de mi pueblo. Inspirada quizá en la Maman de Bourgeois, se vuelve exaltación de la figura materna y grito reivindicativo de ese asunto de género, siempre pendiente de respuesta. Me apasiona el contraste entre la densidad del texto, la espesura de la composición y los chillidos un poco a lo Yoko Ono, con los que interrumpe las armonías.
Como exhibición de sus mil caras, se ríe de la muerte y de sus admiradores de baba suspendida en La muy puta. Un título que entusiasma o desilusiona en estricta proporcionalidad con las dimensiones del cerebro de cada uno. Aunque suene a excusa de infiel, no es lo que parece. Como casi nada, como casi nadie en este mundo. Una confesión insolente de lo que transita por el pensamiento cuando se cruza la incierta frontera de la madurez.
En la vida hay un hueco para todo. También para la denuncia abierta contra estos estos tiempos difíciles que no terminan de tener arreglo. Frente a quienes pretenden pasar por alto los desmanes de tan complejo punto de la historia, eleva una melodía simple para aderezar un texto que se convierte en propuesta. Cada cual es libre de añadir sin rubor sus demandas. Aunque la estirpe dominante se empeñe en cerrar el juicio sin condenas, dice Rosenvinge, digo yo, que Alguien tendrá la culpa.
No faltan los guiños a su pasado más próximo. A esos acústicos de aspecto sosaina y textos infinitos que la transformaron en musa indie. Otro tiempo, otro papel. Otro disfraz con el que expresar que las causas de todo lo sustancial se explican con Absolutamente nada.
Hace poco en uno de los clásicos tormentos promocionales que esclavizan a los autores cuando estrenan producto, un militante con carné de la secta del tópico, la interrogaba sobre ese supuesto pacto con el diablo que la mantiene inmune al envejecimiento. Me cuentan que con la desesperante lentitud marca de la casa, apartó el micro para susurrar, casi en silencio, “tu puta madre”. Aunque desconozco la certeza de los hechos, no deben alejarse demasiado de lo exacto. Más o menos, lo ha reconocido en algún concierto. Para quienes todavía no lo comprendan, por eso, porque contesta “tu puta madre” cuando alguien le pregunta una gilipollez, es por lo que me agrada esta mujer que hoy nos cumple orgullosa los cincuenta y uno. Felicidades.
Coincidimos por última vez hace apenas unos días. Fue en el madrileño Teatro Lara, donde acompañada por tres músicos de oficio, nos deleitó con un repertorio limitado a sus trabajos más recientes. Mala noche para nostálgicos. Una vuelta al rock poético de los orígenes, fusionado con una sensual interpretación de la electrónica de nuestro tiempo. Aunque el vídeo carezca de la calidad necesaria, no me resisto a dejarles un corte con el que hacerse a la idea del sonido de esta gira. Pese a que los créditos lo titulen como "La distancia adecuada", se trata en realidad de La canción del eco. Una delicada recreación mitológica de las Metamorfosis de Ovidio, perteneciente a La joven Dolores (2011). Un tema oscuro, difícil de interpretar, pero tan sencillo de sentir que emociona hasta casi la lágrima.
Espero haber explicado los afectos que me transmite Lo nuestro. Confieso que a veces, cuando escucho lo que escucho y leo lo que leo, cuando me llega el modo en que se traducen determinadas cosas, siento el impulso de apartar el micro de esa educación inculcada por los mayores y responder a gritos: tu puta madre.
Con que la Rosenvinge les agrade la tercera parte que a mí, pasarán un feliz vdln y una buena semana. Tras la resaca electoral y ante la campaña de seis o siete meses que se nos avecina, en lo que nos dejen, vamos a disfrutarlos con salud y en libertad.
Para participar y ver la lista completa del "Viernes dando la nota", pueden pulsar en el siguiente enlace.
Aunque para la mayoría resulte menos excitante que algún trastorno de peli de Hitchcock, admiro a la madrileña porque supo escapar de su personaje y de quienes todavía sueñan con hacer Chas y encontrarla a su lado; a ser posible con el mismo aspecto que cuando compartía dúo con Alex de la Nuez, un músico que siempre me pareció un petardo. Ilusiona, porque comprende sin arrepentimiento que lo de Voy en un coche cuando se ha cumplido medio siglo, resulta tan inadecuado como un ballenato bajo las aguas postizas del estanque del Retiro. Porque ejerció de pop-star adolescente en la adolescencia; de rockera turbia cuando la juventud la fusionó con unos Subterráneos sobrados de talento, pero carentes de estabilidad profesional. Por allí pasaron en uno u otro papel, nombres ilustres como los de Pancho Varona, Alejo Stivel, Antonio García De Diego, Elsa Fernández, Tito Dávila o Jaime Asúa. Fueron los tiempos del Mil pedazos, del Tú por mí o de aquellas Flores raras que tanto me decían. Dos años intensos que dieron para mucho y que nos supieron a muy poco.
Foto: Rafa Hernández |
Admiro a Christina porque como todos, se hizo distinta al coincidir con Lee Ranaldo. Porque decidió despedirse de lo seguro y emprender la aventura americana para convencerse de que no le servía. Porque asumió su físico como parte de sí y no como objeto de tráfico para mercaderes sin escrúpulos. Sus poco conocidos trabajos en inglés merecían el premio de una difusión más amplia.
Admiro a Christina porque dice tacos y porque tiene los ovarios suficientes para pasearse por Madrid en bici, a merced del primer imbécil motorizado capaz de asesinar por prisa. Porque su rostro cambia con el tiempo, porque no miente, porque deja visibles los signos de los años como los árboles las muescas de su corteza.
Pero sobre todo admiro a Christina por su capacidad de reinventarse sin dimitir de si misma. Su último trabajo, Lo nuestro (2015), se torna demostración de cuanto afirmo. Comienza con La tejedora, una pieza sucia, gótica, que se eleva hacia las nubes como la única torre de la catedral coja de mi pueblo. Inspirada quizá en la Maman de Bourgeois, se vuelve exaltación de la figura materna y grito reivindicativo de ese asunto de género, siempre pendiente de respuesta. Me apasiona el contraste entre la densidad del texto, la espesura de la composición y los chillidos un poco a lo Yoko Ono, con los que interrumpe las armonías.
Como exhibición de sus mil caras, se ríe de la muerte y de sus admiradores de baba suspendida en La muy puta. Un título que entusiasma o desilusiona en estricta proporcionalidad con las dimensiones del cerebro de cada uno. Aunque suene a excusa de infiel, no es lo que parece. Como casi nada, como casi nadie en este mundo. Una confesión insolente de lo que transita por el pensamiento cuando se cruza la incierta frontera de la madurez.
En la vida hay un hueco para todo. También para la denuncia abierta contra estos estos tiempos difíciles que no terminan de tener arreglo. Frente a quienes pretenden pasar por alto los desmanes de tan complejo punto de la historia, eleva una melodía simple para aderezar un texto que se convierte en propuesta. Cada cual es libre de añadir sin rubor sus demandas. Aunque la estirpe dominante se empeñe en cerrar el juicio sin condenas, dice Rosenvinge, digo yo, que Alguien tendrá la culpa.
No faltan los guiños a su pasado más próximo. A esos acústicos de aspecto sosaina y textos infinitos que la transformaron en musa indie. Otro tiempo, otro papel. Otro disfraz con el que expresar que las causas de todo lo sustancial se explican con Absolutamente nada.
Hace poco en uno de los clásicos tormentos promocionales que esclavizan a los autores cuando estrenan producto, un militante con carné de la secta del tópico, la interrogaba sobre ese supuesto pacto con el diablo que la mantiene inmune al envejecimiento. Me cuentan que con la desesperante lentitud marca de la casa, apartó el micro para susurrar, casi en silencio, “tu puta madre”. Aunque desconozco la certeza de los hechos, no deben alejarse demasiado de lo exacto. Más o menos, lo ha reconocido en algún concierto. Para quienes todavía no lo comprendan, por eso, porque contesta “tu puta madre” cuando alguien le pregunta una gilipollez, es por lo que me agrada esta mujer que hoy nos cumple orgullosa los cincuenta y uno. Felicidades.
Coincidimos por última vez hace apenas unos días. Fue en el madrileño Teatro Lara, donde acompañada por tres músicos de oficio, nos deleitó con un repertorio limitado a sus trabajos más recientes. Mala noche para nostálgicos. Una vuelta al rock poético de los orígenes, fusionado con una sensual interpretación de la electrónica de nuestro tiempo. Aunque el vídeo carezca de la calidad necesaria, no me resisto a dejarles un corte con el que hacerse a la idea del sonido de esta gira. Pese a que los créditos lo titulen como "La distancia adecuada", se trata en realidad de La canción del eco. Una delicada recreación mitológica de las Metamorfosis de Ovidio, perteneciente a La joven Dolores (2011). Un tema oscuro, difícil de interpretar, pero tan sencillo de sentir que emociona hasta casi la lágrima.
Espero haber explicado los afectos que me transmite Lo nuestro. Confieso que a veces, cuando escucho lo que escucho y leo lo que leo, cuando me llega el modo en que se traducen determinadas cosas, siento el impulso de apartar el micro de esa educación inculcada por los mayores y responder a gritos: tu puta madre.
Con que la Rosenvinge les agrade la tercera parte que a mí, pasarán un feliz vdln y una buena semana. Tras la resaca electoral y ante la campaña de seis o siete meses que se nos avecina, en lo que nos dejen, vamos a disfrutarlos con salud y en libertad.
Para participar y ver la lista completa del "Viernes dando la nota", pueden pulsar en el siguiente enlace.
Si te soy sincera le había perdido la pista a Cristina Rosenvinge desde hace ya varios años. Este año estuvo en el Primavera Sound y pasaron una minientrevista por la tele y quede gratamente sorprendida por su cambio, su forma de evolucionar tanto musicalmente como persona y pensé que ya era hora de rescatarla del olvido. Así que voy a escuchar a esta cristina reinventada y madura con más detenimiento. Feliz semana!!!
ResponderEliminarPues encantado de que el vdln sirva para reencuentros. Feliz lo que queda de semana que voy con retraso
Eliminar¡¡¡Ya estabas tardando!!! Yo tardé en entender a Cristina, pero ahora me parece uno de los referentes femeninos más importantes de la cultura española. Me encanta su aplomo y su forma de sacarse de encima los estereotipos de rubia tonta con inteligencia y sobrada autoestima. Ah, y me encanta su música. ¡¡Feliz finde!!
ResponderEliminarMe he estado conteniendo hasta su nuevo disco. Ya no aguantaba más.
EliminarMe encanta como grita Cristina, no lo puedo evitar. Ya me extrañaba a mi que no la trajeras por aquí. Encantado de reconocerla. 'La muy puta' es genial, me encanta ;)
ResponderEliminarFeliz semana
P.D. Ah, y no te lo había dicho nunca, creo. Alucino con tus fotos ;)
Hubo una época en la que me defendía con las fotos. Luego llegó la era digital y no terminé nunca dde adaptarme. Para los que nos educamos en la plata, cuesta. Feliz trozo de semana.
EliminarYo reconozco que sus primeros años tienen mucha culpa de cómo la veo ahora, por culpa de no haber seguido su trayectoria posterior y desconocer casi todo de ella. Gracias a leer esto y escucharla de nuevo ahora la veré de otra forma. Buena semana!
ResponderEliminarMás o menos eso sucede cuando llevas mucho tiempo sin ver a un antiguo compañero de colegio. Nosotros hemos evolucionado con la edad y recordamos la imagen del otro como cuando tenía 18 años. A mi al menos me sucede con frecuencia. Ya menos porque cuesta reconocer a la gente.
EliminarNo la conocía y me gusta! Escucharé más seguro! Feliz semana.
ResponderEliminarPara eso están los vdln para conocer y conocerse. Feliz media semana.
EliminarNo he seguido mucho a Cristina, pero algo siempre me llamó la atención de ella: no envejece. En serio, ahora parece que los años empiezan a pasarle factura, pero el recuerdo que tengo de ella es una mujer rubia,joven y con las botas bien puestas. Bravo
ResponderEliminarFeliz finde
Pese a la apariencia de chica endeble, tienes toda la razón. Siempre tuvo las botas bien puestas.
EliminarLo he intentado mil veces. He escuchado muchas canciones, diferentes discos, sola, acompañada... y no, no me entra. Como mujer es admirable, y no sólo a nivel de belleza sino como profesional, pero... a veces, por mucho que uno quiera que algo le guste no lo consigue. De todos modos, gran elección, la tía es una artistaza.
ResponderEliminarEntre gustos... a mi me pasa con muchos músicos. U2, por citar alguno de los más populares, no y no. Lo que al igual que a ti con Rosenvinge, no me impide reconocer su valía.
Eliminar'Qué hay de lo nuestro?' Debe ser la frase más repetida después de las pasadas elecciones locales.
ResponderEliminarSobre Christina, bien se podía apellidar Gray; si es que no nos suelta un taco.
Hasta donde se me temo que el taco lo suelta seguro.
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