José María Granados. Nada más. #VDLN 112.

Hay canciones que nacieron para el olvido; otras para morir de notoriedad, cuando se vuelven enemigas por el vicio de la repetición; canciones que surgieron para una minoría y canciones de diseño para fallecer consumidas en el hipermercado de las listas de éxito. Canciones con fecha de caducidad y canciones eternas que crecen con el tiempo y terminan por transformar la discreción inicial en pasión futura. Unas pocas, las elegidas, permanecen para siempre en nuestras vidas, adaptándose a ellas, pegándose a la piel como se adhiere un preservativo al órgano erecto masculino en mitad de la faena. No son las mejores, ni siquiera precisan reconocerse como buenas; simplemente… nos pertenecen.

En esta categoría incluyo el Nada más de José María Granados. Un tema compuesto para Mamá en 1980 que al margen de sus más o menos opinables cualidades artísticas, se asentó sin previsión de partida en la sintonía de nuestra historia personal.

Yo no sé que careta va a servir,
si me miras solo pienso en huir.
Si mis flores no te gustan,
tíralas, para eso están.
No puedo ofrecerte nada más
que lo mío, 
nada más, 
estoy vacío.



Recuerdos de timideces adolescentes; de primeros, segundos y enésimos amores; de aquellas Chicas de colegio que regresaban a casa a las diez y nos dejaban plantados por imposición paterna. O tal vez de damas de cuna alta y vocación artística, esas que nos acostumbraron a viajar por la vida en dirección contraria y con los horarios invertidos. Estrofas de pasado, de presente y casi seguro que previsiones de lo venidero, porque con arrugas o sin ellas, cada uno es cada cual y seis media docena. Historias de la vieja EGB, de cuando nadie admitía la dimisión al cargo de empollón de la clase; de aquel bachiller en el que nos mandaban para casa un par de semanas, por decirle que no tenía ni puta idea a una profe de inglés que no tenía ni puta idea; o de aquellos infinitos sermones paternos, tan colmados de buena intención como huecos de acierto: “deja de fantasear y de meterte en líos y haz algo de provecho que de ilusiones no se vive”. Como si fuera posible hacerlo sin ellas.

Imágenes de dolores de cabeza que todos interpretaban como excusa, hasta que más allá de los treinta, una doctora sin doctorado acierta a ponerle un nombre distinto a la locura. Fotografías de ese daltonismo ilustrado, ignorante de que el color no existe, que solo es un engaño de nuestro cerebro imperfecto y que cada cual debe ser libre de pintar como quiera los tonos de sus sueños.



Todo lo que dices está bien,
tus razones te van a sostener.

Aromas lejanos, olores próximos, a quienes primero nos sobrevaloran y luego nos dibujan como responsables de su error; a quienes confunden los vacíos espontáneos con las ausencias culpables; al vértigo perpetuo por defraudar al personaje para el que nos contrataron sin la rúbrica de nuestra voluntad.

Ya en la madurez nos despertamos con la determinación de ser lo que somos, unos cualquiera, unos más entre millones de opositores a sí mismos, y de invitar a la cena de lo cotidiano solo a los que se sientan atraídos por el menú. A quien le agraden los sabores de la cocina, que repita hasta saciarse; y a quien exija beluga como plato del día, le diremos que no nos queda, que tal vez nunca hubo y que si se apaña con seitán a la naranja, hacemos hueco en la mesa. Y si no que se busque aposento con estrella Michelín, que en este albergue de esperanzas, se duerme poco porque aprendimos a delirar despiertos, a valorar lo que tenemos por encima de lo que nos falta y a pagar sin tacañerías el precio de los sueños. Y que en materia de verbos, preferimos el ser al estar, el sentir al aparentar o el amar al poseer.



Nada más, ni nada menos. José María Granados. En ausencia de la original del grupo madrileño (he sido incapaz de encontrar un vídeo medio decente en toda la red), se la obsequio en múltiples versiones: Los Secretos, Alejo Stivel, Top Secret (excelente banda tributo a la de los Urquijo que se marcan un cover que te cagas) y como no, un directo interpretado por el autor del crimen con el que abro la entrada. Disculpen la calidad de imágenes y sonido, es lo que hay. Si estas flores no les gustan, tírenlas que para eso están; pero no sientan por ellas indiferencia, sería demasiado vulgar. 

Una semana más, entre prisas y esta climotología convertida en tortura de cefaleicos, salud y libertad.



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