2016, El año que vivimos peligrosamente. #VDLN 140.
Fin de calendario. Tiempo de balances y de buenos propósitos que con alta probabilidad nunca alcanzarán destino. Quizá trabajar menos, tal vez aumentar la dosis de verduras de proximidad en nuestra dieta o incluso dejar de fumar para los que aún permanezcan encarcelados en tan absurdo presidio. Puede que algún suicida hasta piense en practicar un poco de ejercicio. En mi insignificante historia personal hubo años buenos; años regulares que por aburridos, ni siquiera merecen el trofeo del recuerdo; también años horrorosos de los que al final algo aprendimos… Y luego está 2.016, donde el fotógrafo de la existencia olvidó los grises para fabricar una imagen hipercontrastada a base de blancos y negros puros. Colores nítidos, intensos; el yin y el yang prisioneros en un frasco que desoyendo las instrucciones más sensatas, olvidé agitar antes del uso para conseguir una mezcla aceptable. Como en aquella peli ochentera de Peter Weir, con la que me enamoré perdidamente de Sigourney Weaver y de la banda sonora de Maurice Jarre, El año que vivimos peligrosamente.
En lo negativo, lo de siempre. Una buena colección de decepciones ý mis dos malas cabezas empeñadas en asestar el golpe maestro. Obtuve marca personal en el número de crisis cefaleicas. Nunca antes padecí tantas, ni con tan hiriente intensidad. Y según la experta en estos temas, también una depresión atípica (por asintomática), pero con unos modales que a poco termina con mis cenizas de adorno en el salón de alguno de los hijos. Sin caprichos exóticos respecto al destino de mis huesos cuando el alma fallezca con el cuerpo, ante el repentino pronunciamiento de la Iglesia, fiel a su hábito opositor a cualquier idea de progreso, qué gustazo lo de pecar hasta después de muerto.
En el bando blanco, el definitivo alejamiento de una política que no conduce a nada. Los de siempre dan asco y los que llegaron del futuro en plan Don Limpio, pronto se convirtieron en simples sustitutos. Según la dirección de la mirada, demasiados parecidos con Franco o con Stalin para tomarlos en serio. Madre mía la que tienen montada “los de la gente”. Vaya mala pata que tanto el yerno perfecto como “el núcleo irradiador” se desenmascararan en cuatro días como simples opositores al nefasto cuerpo de Parásitos del Estado. Si estos son los que tienen que arreglarlo, la cosa carece de arreglo.
Fue también una vuelta al sol en la que aparecieron en mi vida una colección de seres que, aunque por episodios anteriores uno tiende a la desconfianza, llegaron con la decisión mutua de permanecer. En lo literario volví a publicar y con el anárquico estilo de enfrentarme a casi todo, no ceso de producir nuevos textos. En prosa o en verso cuatro aventuras en tránsito, como único remedio frente a una sociedad que cada vez me agrada menos. Hago propia la letra de Robe Iniesta que mantengo de sintonía en mi estado de determinado servicio de comunicación telemática: “alejarme más de la gente, alejarme de todo en lo que creen y olvidar la manera de volver”.
Respecto a lo musical, muchas desapariciones indeseadas: Bowie, Cohen, Prince, Natalie Cole, Alan Vega, el entrañable Manolo Tena y por encima de todos ellos, aunque en escenarios menos populares, el gran Zoltan Kocsis; pianista solitario que logró emocionarme tantas veces interpretando a Listz, a Chopin o a Bartok.
2.016 nos regaló también tres discos nacionales para enmarcar (Coque Malla, Maika Makovski y el ya citado Robe, sin orden en cuanto a preferencias), dos joyas en lengua extranjera ( The Hope Six Demolition Project de P.J. Harvey y la vuelta de Damien Saez) y un buen puñado de conciertos inolvidables: los dos de Bunbury, el del Kiko Veneno, el clasicismo eléctrico de Simphonity, la magia de Christina Rosenvinge, el rock sin fecha del señor Rot, el buen gusto de Amparo Llanos que dejó atrás Dover para decidirse al fin a cantar y ser ella misma en New Day, y… The Cure.
Con estos últimos, en un espectáculo sin comparación posible de más de tres horas, regresé al bosque de las tinieblas para recuperar los tonos proscritos durante el resto del año. Un lugar a salvo de la estafa cerebral de los colores, donde todo por falso se vuelve sincero, donde se distingue la luz más intensa que alumbra la salida por simple contraste con la absoluta oscuridad. Una noche cerrada, profunda, en la que habita la franqueza. Luces y sombras; negros, blancos y miles de matices de un gris tan auténtico como los retorcidos caminos de la existencia. Acércate y mira en el interior de los árboles. Encuentra a la niña (o al niño) en cuanto puedas. Acércate y mira en la oscuridad. Solo sigue tus ojos y aunque intuyas que ellos nunca estuvieron allí y que no es más que otra alucinación que se repite, déjate llevar. A fin de cuentas, la única diferencia entre el sueño y la pesadilla… es el final. And again, and again, and again, and again, and again, and again…
Instalado definitivamente en la locura, para el nuevo dígito que comienza en apenas unas horas, mantengo la firme voluntad de cometer errores nuevos, de seguir persiguiendo mis sueños adolescentes y de continuar martirizando su paciencia con rollos como este. Desde que alcancé la convicción de que rellenar papeles es el medio más seguro de separar lo que somos de lo que pensamos, y a la vez de evitar que lo segundo nos cause daño; no se me puede dejar suelto ante un teclado. Un montón palabras para fabricar un balance y decirles sin más que les deseo un feliz año. Como siempre... con salud y en libertad.
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Mi estimado, siempre es un placer leerlo, aunque sea en letras tan tristes.
ResponderEliminarBuen fin de semana y ánimo que algún día todo mejorará, aunque sea el día que nuestra especie se una a los dinosaurios en su destino.
¡vaya martirio lo de las cefaleas en racimo! .Espero que para el 17 , te respeten un poco mas.Lo que no entiendo muy bién es lo de la " depresión atípica", ni que la individua , te lo dijera con tan malos modales.Me suena mas bien a que , deseperada, no tiene ni p..de lo que te pasa, si es que te pasa algo. Tienes razón de que la iglesia siempre va contra el progreso, mira que no dejarte tener las cenizas de abuelo en casa, con lo útiles que son para espesar la sopa. Bueno si admites que tienes alma al menos esta , te sobrevivirá ya, que no está hecha de materia, a no ser que identifiques el alma con la neurología, en cuyo caso me callo.Pues nada te deseo de todo corazón feliz año , que nos sigas deleitando con tus escritos, y sobre todo que no te de ninguna migraña. un fuerte abrazo amigo.
ResponderEliminarSiento lo de tus cefaleas, Rafa. A mí este año mis dolores idiopáticos me han dado más tregua, aunque he tenido otros trastornos a cambio. Las pérdidas son siempre odiosas, por dolorosas y por inopinadas. Son como una traición que a veces sentimos como personal.
ResponderEliminarLa única venganza que nos queda es pasar otra hoja del calendario. And again, and again, and again...
Feliz fin de año, y mejor arranque para el que viene. Un abrazo
Un año con perdidas musicales lastimosas. Que te mejores de esos dolores. Salud para el Proximo Año!
ResponderEliminarCuídate! A estas edades, cuanto más se sabe, más se sufre.
ResponderEliminarFeliz #VDLN y 2017!
Cuidate que las cefaleas son muy puñeteras. Supongo q ya lo habras probado todo, pero una amiga dejo el gluten y mejoró notablemente, pero bueno ya se sabe no todos somos iguales y no todos los males vienen del mismo sitio, es solo por dar una idea.
ResponderEliminarEspero que este 2017 sea uno se esos buenos años, dignos de recordar.
Un saludo, Feliz #VDLN y Feliz año 2017!
Yo sigo quedándome boquiabierta ante tan buenas palabras... el modo que tenés de escribir me encanta; por lo que de forma totalmente egoísta, espero que el 2017 te sea pleno de proyectos a cumplir y que sigas escribiendo muchísimo, así yo (como tantos otros) disfruto leyéndote.
ResponderEliminarUn beso.