Ramoncín. Lágrimas de luna. Proscritos (IV). VDLN 221

Foto: Rafa Hernández

Lo confieso. Me desagrada la gente que cambia su nariz por una de mentira. La que presume de barrio hasta que colecciona la pasta suficiente para mudarse a los lugares que antes maldecía. La que confunde la sinceridad con la mala educación. La que frecuenta los medios pontificando a cambio de pasta sobre lo que sabe y sobre lo que ignora. La que con el tiempo termina por caer en cuanto criticó. La que va de revolucionaria con una visa ilimitada en el bolso. La que se lía con «famosos/as» porque lo son. La que administra patrimonios colectivos sometiéndolos a su interés individual. También la que, al margen de las anteriores circunstancias, crucifica a un artista de mérito cuando le recuerda que lucrarse sin pagar de una canción, de un libro, de una fotografía o de cualquier obra creativa de terceros te convierte en chorizo.

Ramoncín, desde siempre, me agradó tanto en lo musical como provocó el efecto contrario en lo estrictamente humano. Demasiada insolencia para mi modo de caminar por el mundo. Pero cabe con rigor en esta serie veraniega que dedicamos a los proscritos. En el arte, en la política o en ese indeterminado concepto que denominamos vida social, no ha sido el único en convertir en realidad una inspirada estrofa de Sabina: «Algunas de esas cosas que antes creía odiosas, sabe que están muy bien». Sí uno de los con mayor saña criticados.

Mucho se difundió su presunta complicidad en los mafiosos mamoneos de la SGAE. Poco o nada, la sentencia absolutoria. Lo de siempre. Ramón Márquez ha hecho los méritos precisos para despertar la antipatía general. Si somos sinceros, lo que no se le perdona es que durante una fase de su vida nos recordara que descargar por la cara las producciones de otros debería aparecer en el diccionario como sinónimo del verbo robar. ¿Qué es el signo de los tiempos? En efecto, habitamos en una sociedad que idolatra la propiedad inmobiliaria tanto como desprecia la intelectual. Versionando a mi modo aquel mítico Purtney Bridge que alcanzó justificada gloria en los ochenta: cuando un chalé vale más que una idea, es que algo anda mal. Dan ganas de llorar Lágrimas de luna.



Si alguno de los lectores siente la tentación de recordarme cierto cover de Nirvana, les sugiero que antes escuchen sin autotune a algún hereditario "genio" de la llamada música latina o uno de los pocos temas que famosos movimientos de caderas se atreven a interpretar en «directo» sin la complicidad del play-black. Luego me cuentan. Tampoco valoren mi opinión como imparcial. Por ese defecto innato de distinguir entre el artista y la persona, no me pierdo un concierto del exvallecano a nada que me pille cerca.

Feliz #VDLN, feliz semana. Salud y libertad.






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