Charly García. Fanky. VDLN 232

Ilustración: Ryan Conners

Hace tiempo que descubrí un sistema infalible para detectar idiotas en las rotondas. Basta con circular por el carril natural y esperar a que algún hamilton pretenda salir de ella a toda hostia cruzándose delante de ti. Fiel a su condición, encima te pone a caldo. Más sencillo resulta aún en los semáforos. El cociente intelectual podría medirse mediante una simple relación inversa con el tiempo que tarda en agredirte con el claxon cuando se enciende la luz verde. «Te lo ganaste, tío. A diez hasta el próximo y porque me pillaste en día amable». Suelo reflexionar en estos casos. Prisas, plazos, agobios en caminos sin retorno hacia ninguna parte. Nuestro tiempo, nuestra vida. Esa que nos condena a mostrarnos obedientemente revolucionarios siguiendo interesadas modernidades tan antiguas como el orinar, a regalar «me gusta» a las fotos de perfil mientras ignoramos pensamientos que escapan a las verdades impuestas o a responder a un post con un comentario diez veces más extenso que el original, a ser posible, repleto de obviedades.

No me lo tengan en cuenta. Acabo de concluir mi trimestral labor de recaudador gratuito para la Agencia Tributaria y no anda el cuerpo para tonterías. Asumo que, como todo ciudadano que no navegue en la riqueza, he de contribuir con mis impuestos a los servicios colectivos, pero que me impongan obligaciones ajenas en las que si me equivoco me sacuden un 20% de recargo y sanción acorde a la trascendencia económica del error, excede de lo tolerable por mis maltrechas neuronas. El Estado, ese ente parasitario que, por nuestro bien, nos impone la condena a disfrazarnos como si corriéramos el Tour de Francia cuando acudimos en bici a comprar el pan y que se encoge de hombros cuando el sueldo no alcanza. Como si arriesgar la propia cabeza no fuera materia exclusiva de nuestra competencia.



En fin, que hoy hace un año tomé la decisión de seguir los consejos del gran Charly García, otro desobediente por naturaleza a quien felicitamos por su sexagésimo séptimo cumpleaños, y disfrutar de una vida más fanky. Ningún idiota va a estropearlo. Tampoco resulta imprescindible que me entiendan.

Feliz #VDLN, feliz semana. Salud y libertad.





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