Sergio Makaroff. Explorador celeste. #VDLN 65

Iniciamos la summer edition. Con alguna excepción impuesta por el calendario, aparcaremos hasta septiembre las habituales sesiones de psicoanálisis colectivo tan propias de este refugio de mentiras. Tampoco esperen La Barbacoa o El tractor amarillo, hasta la relajación tiene sus límites. Compartiré con quienes permanezcan fieles en los calores, aquellos temas que de uno u otro modo otorgaron un sentido intransferible a mis veranos.


Solo a mi padre se le podía ocurrir encerrar a un cachorro de punky con las hormonas por la nubes, en un poblacho perdido de los Montes de Toledo. Entre los cinco núcleos del municipio no sumaban ni seiscientos habitantes. Por todo entretenimiento una piscina natural donde las nutrias precisaban neopreno y los bailes nocturnos en el frontón. El territorio idóneo para que un repelente sabiondo concluyera en el ingrato papel de pinchadiscos. Por más que me empeñaba en elevar un poco el nivel del repertorio, lo que petaba la pista era La Ramona de Esteso. Frustrante.

Los mozos se organizaban por peñas. En ausencia de forasteros, la diversión se reducía a una buena pelea entre indígenas, tan pronto como el alcohol comenzaba a hacer efecto. Si los del pueblo de al lado provocaban con su presencia, todos a por ellos y al pilón. Creo que con esa idea lo situaron de modo estratégico en la puerta del recinto. A la tarde siguiente, un ojo morado se exhibía en la plaza cual cornada de vitorino, otorgando al receptor la perecedera gloria que el ciclismo reserva al vencedor de la etapa. La banda más numerosa se apodaba Los Berracos, toda una declaración de intenciones. Cada noche dirimían con el esfínter la jerarquía del grupo. El emisor del pedo más aplaudido ganaba el derecho a estrenar el baile agarrao con la Chochoeléctrico. No se trataba de una simple cuestión de decibelios, se valoraba la duración, el entusiasmo, la coreografías y hasta las notas musicales que algunos adivinaban en tan natural desahogo. La chica era una auténtica monada... siempre que rindiera tributo al silencio. Qué ojazos, qué proporciones, qué todo. Nadie de la tierra discutía su pericia en determinadas prácticas amatorias; pero bastaba una pregunta, cuándo has venío, o la confesión bajo los acordes del Jardín prohibido de que le parecías mu guapo y de que a ella le gustaban los chicos listos y no como los burros de sus paisanos, para exterminar la libido de cualquier adolescente medio instruido. Si te soltaba un par de abe, tu verá (lo pronunciaba claramente sin hache), cruzabas el límite de la impotencia. Desde mi voluntario personaje de Errejón de los Montes, no terminaba de convencerme lo de acabar sobre un erial, en ordinario retozo con aquella preciosa criatura. Siempre se me aparecían los mismos agobios: a ver de qué hablas después.

Con la complicidad de los inmaculados cielos de la sierra, decidí que nada tan fascinante como escapar de la danza y admirar las estrellas. Armado con un par de libros, en cada siesta declaraba la guerra al aburrimiento hasta memorizar sus nombres una por una. Aun hoy, aunque por mas complejas circunstancias, cuando en las penumbras ardientes observo el firmamento, concluyo que mis omóplatos sin alas no sirven, que en realidad nunca quise ser humano sino Explorador celeste. El himno de aquellos largos veranos entre jaras y rebollos; el himno de toda una vida. Mi terapeuta lo achaca a la reacción de síntesis entre una maldición que responde al acrónimo de PAS y una personalidad con irresistible tendencia hacia lo evitativo. Cosas de trileros de la mente. Discrepo. Todo se debe a un error genético. Me equivoqué de especie, debí nacer pájaro intergaláctico.Y volar y volar y nunca regresar.



El Loco Makaroff fue uno de aquellos músicos argentinos que aterrizaron en España a finales de los setenta, huyendo del carnicero Videla y su corte de criminales en serie. Vinieron Moris, Ariel Rot, Alejo Stivel... Pobres, no sabían donde se metían. A diferencia de sus compañeros, Sergio llegó a Madrid con toda una trayectoria. Años antes conoció el paraíso en su país de origen con el Rock del ascensor, otra de las canciones de mis veranos de juventud. En el ejercicio de esa libertad que convertí en dios hace muchos años, reservo para mi álbum de recuerdos personales las razones que justifican esa elección. Lo conocí por Tequila, pero se lo ofrezco interpretado por Los Rodríguez en aquel directo del 93 en Las Ventas. Pese a la mala calidad del vídeo, el exhibicionismo de Julián Infante a la guitarra, lo justifica.



Pronto se trasladó a Barcelona para volver al podio con el archiconocido Tranqui tronqui, quizá su mayor éxito comercial. Makaroff siguió componiendo para sí y para otros. Su buen gusto por lo melódico y ese don privativo para diseñar letras de las que dicen cosas con el inteligente aderezo de la ironía, le permitieron construir una carrera larga, a base de discos espaciados en el tiempo y unidos por esa percepción de calidad, propia de quienes nacieron para este oficio. Me niego a archivarlo en el baúl del olvido. 

En 2008 volvió a regalarme otra de esas canciones que marcaron mis estíos. Un título que como la saliva o como unos cabellos en seria amenaza de extinción, incluye el código completo del ADN que me identifica. De niño y de casi viejo, en la salud y en la enfermedad, por lo civil o por lo criminal... La culpa es mía. Qué gozada de concierto este de Radio 3, con el maestro flanqueado por Ariel a la acústica y por Candy Caramelo al bajo. Casi na.



Como acredita esa Noche de Perseidas que publiqué en este mismo blog hace ya algún tiempo, siempre me tiraron los astros. Desde el otro lado de la frontera del medio siglo, continúo tumbándome en el suelo de las oscuridades veraniegas a contemplar unas estrellas verdes que regalan al presente la luz de un pasado que resiste. Ni los años consiguieron apagar esa sensación de que la atmósfera terrestre me aprisiona, de que la gravedad me retiene por la fuerza, encarcelando en la desesperanza un deseo nunca satisfecho: y volar y volar y nunca regresar.

Pese a no librarme del todo del existencialismo trasnochado endémico de este albergue, espero que el formato veraniego resulte de su interés. Feliz finde, feliz semana. Con calores o sin ellos, salud y libertad.

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Comentarios

  1. Jejeje la historia del Errejon de los Montes y la moza del "abe" me ha hecho muchísima gracia! A Sergio no lo conocía, pero la primera cancion me suena muchísimo, aunque no sitúo de que. Buena semana!!

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  2. Me ha encantado la descripción de las vacaciones de tu adolescencia. Lo estaba viendo..Muy buena elección la de Sergio Makaroff. Feliz finde y feliz #VDLN

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  3. Siemrpe me hizo muchísima gracia el 'La culpa es mía' ;) Las gafas de bono!!! xDDD
    Tus veranos no tenían desperdicio. Saludos

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  4. De verdad que me has enganchado leyendo esos veranos de juventud!! Y por supuesto por darme a casa mover a otro artista!!! Feliz finde!!!

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