Les Tambours du Bronx. Ruido, mucho ruido. #VDLN 151.

La llamamos posmoderna o tecnológica, pero habitamos en la sociedad del ruido. Que no respondes al verde de un semáforo, cual Jorge Lorenzo en la salida de un gran premio: bocinazo. Si los energúmenos de arriba padecen las lógicas dificultades de la convivencia o uno de sus adolescentes volvió a casa en el estado propio de la edad: una de gritos. Para qué emplear el diálogo sereno como herramienta de comprensión mutua o para qué colocarnos en el lugar del otro, cuando podemos resolver el tema a voces. Incluso en el trabajo todo se vuelve agresión sonora: el ordenador, el teléfono, la puñetera rotonda que se escucha como si estuvieras escribiendo sobre ella o la voz de una secretaria, incapaz de comprender que entre tus múltiples taras, aún no se encuentra la sordera. Lo de los tonos del móvil no tiene nombre. Deberían penalizar con dos años de arresto a quienes escogen como sintonía la exquisita pieza de El chocolatero.


Ruido, mucho ruido, hasta en las fiestas. A quién se le ocurriría que petardos y fuegos artificiales nacieron para endulzarnos la vida. Voces, gritos, estruendos; el mal endémico de esta península que permite distinguir a cualquiera de sus habitantes entre la masa del metro londinense. Que no, que no me interesan los líos amorosos de los de la terraza de abajo, ni preciso conocer el pésimo gusto musical de los señores de enfrente. Tampoco que al joven del Seat Ibiza - el que transformó el maletero en un bar de copas-, las hormonas le volvieron un perfecto hortera. El reggaeton, como cualquier otra vergüenza, se lo guarda uno para los momentos propios. Todas nos metemos el dedo en la nariz o expulsamos gases como quien no quiere la cosa, pero por simple educación, lo reducimos al espacio de lo íntimo, sin necesidad de compartir con nuestros semejantes lo mal que nos sientan las alubias pintas.

Huyendo del ruido - de todos los ruidos - alquilé una casa en las afueras, en ese punto exacto en el que campo y ciudad parecen confundirse. Ni así. El de la parcela de al lado resultó ser una especie de Jackson Sawyer, pero con la distinción de cliente del mes en Leroy Merlin. Posee todo un arsenal de chismes ruidosos que, por circunstancias que escapan al entendimiento medio, se ponen en marcha solo en festivos y a las nueve en punto de la madrugada. Cortacésped, podadora, máquina de taladrar, soplahojas… Imposible el dialogo. Tras infructuosos intentos recurrí al Duality de Slipknot aputando recto hacia la ventana de su dormitorio. Cuando el tío se presentó en mi casa, en pijama y hecho una fiera, le respondí con la misma frase que tantas veces escuché salir de su boca:

– Cada uno tenemos nuestros horarios, amigo. Mis mejores textos nacen en la noche, a eso de las cuatro y media, y preciso de la música a toda hostia para encontrarme con la inspiración. Si tú eres incapaz de apañar el seto en horas civilizadas, yo no tengo por qué soportar la innecesaria molestia de los auriculares.



El asunto no se circunscribe al cuidado de esa birria de jardín que el tipo mima como si fuera Versalles o algún castillo de Loira. En los cumpleaños de los nenes siento apagar las velas en mi alcoba y las navidades bordean el surrealismo; aunque nada comparable al despliegue pirotécnico de fin de año o a las celebraciones de los goles del Madrid. Encima eso, del Madrid, en casa de alguien al que no le gusta el fútbol y que nació atlético radical en legítima defensa ante el blanquecino forofismo paterno.

– A ver tío, te lo explico desde la elegancia. ¿Por qué no untas los explosivos con vaselina y así, a modo de supositorio, te los introduces tiernamente por donde corresponda? Tienes razón, soy un raro muy desagradable y además hablo bajito; también asumo que los dolores de cabeza me pertenecen como problema, pero yo no tengo la culpa de que padecieras tan adversa fortuna en el sorteo de la genética.


En fin, que se pone en boca de Beethoven aquello de “no interrumpas el silencio, si no es para mejorarlo”. Y precisamente eso, mejorar el silencio sin otras armas que unos palos y unos bidones viejos, es lo que consiguen estos bretones que responden al nombre de Les Tambours Du Bronx. Mi último recurso antes de sumergirme en la ingrata tarea de buscar apartamento. Con ellos les dejo. Espero que les gusten.

Feliz #VDLN, feliz semana. Salud, libertad y... silencio.

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Comentarios

  1. Madre mía, ¿te noto un poco irritado con los vecinos? Jajajaja... La verdad que usar maquinitas el fin de semana a las 9 ya son ganas. Aunque sea una hora legal, no deja de ser fin de semana, hombre de Dios... Del reaggeton ni hablo, no puedo, no puedo, no puedo... Los tonos de móvil, los bocinazos, las malas formas... Me da que nos tenemos que ir a vivir a una isla desierta para hacer una cura de ruidos varios. Gracias por los tambores, un descubrimiento.

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  2. El silencio es un bien escaso y la falta de respeto campa a sus anchas. Vivo en una ciudad tranquila como pocas pero mi por donde los camiones de un centro comercial entran por el lado de mi vivienda y cuando llega el calor es horroroso, pero al menos puedo huir al campo, a la montaña y oír sólo el canto de los pájaros y el viento en las ventanas. Es un placer inenarrable.
    Estos tambores que suenan de maravilla no creo que le disgustaran mucho a tu vecino, por lo menos a mí si me han gustado.
    Feliz semana.

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  3. Los ruidos ... la gente es ruidosa hasta para ir al baño. Cada día estoy más cerca del campo jejeje

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  4. Ay, el ruido... Mira que yo nunca tengo silencio a mi alrededor, entre música y niños, pero es un ruido maravilloso de vida, nada que ver al ruido vecinal... Maravillosos los tambores, usa esa energía para encontrar tu apartamento silenciosos :) Feliz semana!

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  5. ¡Cómo te entiendo! ...donde vivo, en medio a las montañas, si quieres un sábado por la noche algo de fiesta y vas en medio a la civilización y a un pub que se respete, encontrarás el límite que por muy buena que sea la música que estás disfrutando, a las 2:00am se termina todo... pero eso sí, los domingos por las madrugadas, y entiéndase eso como las 8:00am, escuchar que alguien ya ha encendido la motosierra porque la leña para el invierno nunca es suficiente, pues es lo más normal del mundo y te lo tienes que soportar!!

    Y por suerte no tengo vecinos... o no muy cerca.

    Un beso y buen fin de semana, dentro todo lo que se pueda.

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  6. Jajajaa...Lo has clavado.tuvistes arrestos con el vecino-ikea.bonito relato. un abrazo y feliz semana

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  7. Ufff... Fuerza. Entre los tipos de personas a las que no soporto (que hay varios), uno de los primeros son los que hablan levantando la voz. Y es algo que intento mantener en casa, con los peques. Los ruidos y son algo que uno debe elegir, para disfrutarlos, más allá del gusto de cada uno y del sentido del ritmo y el decoro.
    Yo pasé de un piso-colmena en el barrio de la Macarena (si, como imaginas) a una casa frente a un olivar, sin tráfico, en Espartinas. El cambio radical. Y el volumen de la música siempre en números pares.

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    Respuestas
    1. Y de los tambores, qué te voy a decir.
      Por algo me encantan las bandas sonoras de Bear McCreary, una pasada. La de Battlestar Galactica, por ejemplo. Si no la conoces, tela recomiendo ;)

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  8. Juntándolo todo, tener un 'vecikea' debe sonar algo horroroso. Yo vivo en un bloque donde la mayoría son personas mayores y apenas hay ruidos. Eso sí, es muy aburrido.

    Sobre la música de tambores, puede tener muchas aplicaciones.

    Feliz #VDLN

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  9. La música de tambores me ha gustado mucho. Los ruidos...Yo vivo en un barrio tranquilo de un pueblo de 17mil habitantes, y en general mis vecinos no hacen mucho ruido, a excepción de un par que gritan...Y lo de pitar a los coches...no lo soporto!! Encima hace poco que tengo carnet de conducir y parece que a la gente le molesta que lleves la L, lo que tengo que aguantar, que hoy me he parado en un paso de peatones y el viejo de detrás pitándome...A ver, los atropello o que? En fín...

    Feliz semana!!

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