Valiente cabrona
Los
tanatorios siempre me parecieron lugares horribles. Por más que los
decoremos con la estética de un restaurante de guía michelín, no
dejan de ser unas salas frías, repletas de vivos vociferantes,
hablando de unos muertos que se cansaron de escuchar. Cada nuevo turista, llora al huésped y hiere a los supervivientes con frases
de consuelo. Tópicos en gestos y en palabras: llegó su hora, dejó
de sufrir, es ley de vida, se durmió como un ángel ... ¿Acaso
alguno de los presentes ha visto alguna vez un ángel en pijama? Y al fondo, el
cadáver. Una especie de estatua de carne acristalada que nos
recuerda que estar vivo es un mero accidente del destino. Apenas un
diminuto instante inmerso en la profundidad del tiempo. Un infame
regalo del azar.
Entre
los coristas voces, risas y proyectos. Tenemos que hacer algo juntos.
¿Te gusta la caja? ¿Un poco hortera, no? Plantea uno de los de la
comisión de festejos, con el mismo tono con el que se le pregunta a
un invitado si le agradan las patatas fritas. ¡Qué guapa está!Por
dios , donde veis la belleza de un cuerpo en descomposición. Flores,
coronas, llantos forzados y risas auténticas. Vamos al bar a tomar
una cerveza. No falta el familiar-pesadilla empeñado en mostrar a
todos al difunto, con el mismo insoportable entusiasmo de quien
enseña el vídeo de la boda. Voces y más voces. Mira Rafa, ¿sabes
quién es? Me examina mi padre frente a un ciudadano bajito, viejo,
canoso y una alopecia al galope. Ni puta idea, pero digo que sí,
como quien confirma a la madre del vecino lo guapísimo que
encuentras al adefesio de su hijo pequeño. Por lo menos el duelo no
es de gente bien y nos evitamos las especulaciones hereditarias. De
donde salió tanta familia. ¡Que nos veamos en bodas o en bautizos!.
Lo que faltaba: ahora amenazas. Negro el futuro que nos pinta el
calvo. Sobre todo para los candidatos a contrayentes.
Por un
momento consigo escarbar entre el bullicio. Aparto los gritos y las
conversaciones y descubro el verdadero aroma a silencio de la muerte.
Es como si debajo de lo que aprecian los sentidos existiera un mundo
paralelo, repleto de calma y gobernado por la paz. Miro por última
vez a mi tía Paula. Ni quiero, ni puedo evitar que media docena de densas
lágrimas maquillen mi rostro. Por ella, y por otras muertas más
lejanas que se fueron sin abandonarme y que... se me vienen de pronto
encima. Los hombres no lloramos. Y una mierda. Antes renunciar a mi
condición masculina que suprimir el llanto de la dieta. Soy vegano.
No una bestia. Te quiero. Os quiero a todas.
Y el
adorado Gil de Biedma que se aparece en forma de recuerdo y me dicta
aquello de que la vida iba en serio. Y tan en serio. Valiente
cabrona.
Valiente cabrona
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