La herencia que vais a dejar
Una norma consagrada en el manual
de actuación del mediocre, dicta la obligatoriedad de regalar la
responsabilidad de tus actos a los predecesores en el puesto. Llevas
el coche al taller con una aterradora luz roja encendida en el cuadro
y se muestra como fatal consecuencia de una mala reparación...
realizada por el anterior mecánico. Si un profe se marcha a mitad de
curso, ya sabemos quien es el culpable de la falta de base del
alumnado. Esa
temible amenaza de los electricistas ¿quién le instaló a usted
esto?, no es sino la variante de formación profesional del mismo
principio.
Por ello a nadie extraña que un conjunto de gobiernos mediocres, de un partido mediocre, de un sistema mediocre, justifique su inmensa colección de incumplimientos electorales con la famosa, gastada y ahora risible “herencia recibida”. Que Cospedal decide regalar a su cónyuge la gestión de una buena parte de los hospitales públicos: la herencia recibida. Que Montoro pretende considerar los Mercedes de la clase S como bien de primera necesidad y el pan de viena artículo de lujo: la herencia recibida. Que De Guindos decide nacionalizar los errores y privatizar los éxitos: la herencia recibida. Esa terrible frase se convierte en algo así como el fairy de la política. Con dos gotas consigue destruir toda la suciedad.
Por fortuna Chaplin acude en ayuda del optimismo y nos recuerda que “no hay nada permanente en este malvado mundo, ni siquiera nuestros problemas”. Rajoy, el PP, el PSOE, UPyD, IU y sus equivalentes de barrio con pretensiones de emancipación, pasarán. Pasará también el feudalismo financiero y pasarán también esos nostálgicos de un tiempo y de una izquierda que nunca existió y que para mantener su estatus, parecen empeñados en asesinar con su pesado olor a Baron Dandy, la dulce frescura de las nuevas fragancias. Pasarán. Porque lo suyo y lo nuestro es pasar que diría el gran Machado. El problema no será entonces la dichosa herencia recibida, sino la que van a dejar. Bien harían las generaciones venideras en aceptarla solo a beneficio de inventario. El pasivo sumará sin duda más que los bienes.
Cuando la actual clase
político-financiera deje el chiringuito, nos encontraremos con una
sanidad pública que pasó de referente mundial a sueño de
enterradores. Con un
sistema educativo convertido por mitades en seminario y factoría de
mano de obra barata. Con unas políticas de dependencia que se
extinguieron sin haber nacido y con unas fuerzas del orden que
pasaron de ser garantes de las libertades ciudadanas, a seguratas de
la banca con aires de macarra de puticlub. Con un reino financiero
que se adueñó sin riesgo y sin poner un duro propio de todo el negocio inmobiliario. Con una justicia que hay que escribir
con minúsculas por politizada, sectaria, partidista, lenta, caduca
y, sobe todo, injusta. Y con una clase política que, corrupta,
torpe, engreída, chulesca, zafia, poco preparada, sin ideas y sin
ideales, ha desilusionado en su conjunto a los ciudadanos a costa de
los que viven. Dejaréis también un sector empresarial habituado al
fraude como los deportistas al doping, con escasa formación e
incapaz de innovar ya que lo suyo es el genuino pelotazo ibérico.
Quedará un medio ambiente que será solo recuerdo. Debajo de estas
edificaciones hubo una playa y en medio de esas autopistas de peaje
semiabandonadas hubo una vez campo, contaremos en el futuro a nuestros nietos.
Subsistirán unas espeluznantes tradiciones salvajes que por decreto
convertistéis en cultura. Como si el Quijote, La verdad sobre el
caso Savolta o la obra poética de Juan Ramón, fueran lo mismo que
torturar con sadismo a un pobre animal asustado. Os sucederá una
prensa sin independencia, vendida al mejor postor y que pasó de
cuarto poder a mayordomo de un gobierno cristo-fascista. Y, sobre
todo, permanecerá una ciudadanía desilusionada, esclavizada,
arruinada, empobrecida, dividida en lo social hasta la fractura y en
lo territorial polarizada entre un absurdo nacionalismo central y
otros sin sentido nacionalismos periféricos. Como canta el Mago de
Oz: ¿quién puede determinar el país de una flor?
Lo dicho. El problema no es la herencia recibida. Es la que vais a dejar. Fin-de-la-ci-ta.
Por ello a nadie extraña que un conjunto de gobiernos mediocres, de un partido mediocre, de un sistema mediocre, justifique su inmensa colección de incumplimientos electorales con la famosa, gastada y ahora risible “herencia recibida”. Que Cospedal decide regalar a su cónyuge la gestión de una buena parte de los hospitales públicos: la herencia recibida. Que Montoro pretende considerar los Mercedes de la clase S como bien de primera necesidad y el pan de viena artículo de lujo: la herencia recibida. Que De Guindos decide nacionalizar los errores y privatizar los éxitos: la herencia recibida. Esa terrible frase se convierte en algo así como el fairy de la política. Con dos gotas consigue destruir toda la suciedad.
Por fortuna Chaplin acude en ayuda del optimismo y nos recuerda que “no hay nada permanente en este malvado mundo, ni siquiera nuestros problemas”. Rajoy, el PP, el PSOE, UPyD, IU y sus equivalentes de barrio con pretensiones de emancipación, pasarán. Pasará también el feudalismo financiero y pasarán también esos nostálgicos de un tiempo y de una izquierda que nunca existió y que para mantener su estatus, parecen empeñados en asesinar con su pesado olor a Baron Dandy, la dulce frescura de las nuevas fragancias. Pasarán. Porque lo suyo y lo nuestro es pasar que diría el gran Machado. El problema no será entonces la dichosa herencia recibida, sino la que van a dejar. Bien harían las generaciones venideras en aceptarla solo a beneficio de inventario. El pasivo sumará sin duda más que los bienes.

Lo dicho. El problema no es la herencia recibida. Es la que vais a dejar. Fin-de-la-ci-ta.
excelente resumen de un "súbdito cabreado". Sabemos que tenemos delante un sistema que se ha quedado obsoleto desde que el neoliberalismo ha conseguido mover la estructura de poderes de los países llamados "democráticos".
ResponderEliminarHace tiempo me sobran todas las críticas, manifestaciones y debates tipo indignados, 15M, attac, porque solo sirven de guía para el poder. Aquí hay que aflojar un poco, allá se puede apretar un poco más porque no se queja nadie.
La oposición radical significa para mí dejar de reconocer los representantes de este sistema como interlocutores, dejar de comunicarse con ellos, ignorarlos, la emigración interior, hasta que pierdan el control.
Porque entonces y solo entonces llegará el momento en que una simple vuelta de tuerca en un asunto que 'a nadie le molesta' puede hacer saltar este tinglado.
No pongo nombre, porque me perjudicará cuando vuelva a buscar trabajo. Viva la libertad de expresión para los que se la pueden permitir.