Kiko Veneno. Maserati. Ramoncín. Dice la gente. Vdln 41

Los prejuicios actúan sobre el ser humano con idéntica finalidad que la caché en los navegadores: acelerar la carga de páginas ya visitadas. Fuera de ese contexto o de los que huelen a peligro inmediato, los supongo de dudosa utilidad. Son ellos los que nos impiden disfrutar del presente, los que nos encarcelan en la historia, los que nos enseñan a intuir, de entre todas las motivaciones posibles de la conducta ajena, la más perversa, la que mayor daño causa a víctima y verdugo. Nos reprimen el disfrutar de lo desconocido, el entendernos, el abrirnos al experimento y el olvidar esa razón que tan poco razonable suele mostrarse.

Los prejuicios, como los vampiros, se manifiestan inmunes al reflejo especular. Observamos los del resto con la misma precisión con la que ignoramos los propios. Nacimos con defecto de diseño. Carecemos del imprescindible botón para borrar el historial. El único remedio útil frente al periódico colapso del sistema operativo.

Foto: Rafa Hernández. Teatro Lara (Madrid). 2013.

Hoy, al menos en lo musical, declaro la guerra a los míos y les obsequio una colección de sonidos contra los que por unas u otras causas, confieso ciertas reservas. A ver si sirve.

El primer ejercicio de terapia conductual, no hay por donde cogerlo. Un tipo engreído, de modales chulescos, que ilustra con la exactitud del ciclo lunar, la diferencia entre ejercer de listo y ser inteligente. No lo soporto. Pero... con él aprendí otro de los prejuicios que se quedaron arraigados en mis entrañas. Aquello de que “si vuelve el pop, es que algo anda mal”. Me lo enseñó en una estrofa de su Putney Bridge. Un temazo de cuando Don Ramón, ejercía de Ramoncín; de cuando interpretaba en los escenarios y no en los platós de Tv o en los delictivos despachos de la SGAE. En persona se dibuja como el perfecto... Pero al frente de una buena banda de rock and roll, la verdad es que el tío sabe sonar. Lo siento. Me gusta y no pierdo ocasión de hacer bulto en sus directos, aunque por una vez, prefiero un lugar tras la palmera de cierta sala madrileña; así no lo veo.


Con la edad adquirimos el vicio de la añoranza. Nos convencemos a nosotros mismos de que ya no se hacen canciones como las de antes; de que se precisa hacer el ridículo en algún reality para salir adelante en la república de las notas musicales. Todo lo percibimos repetido, como parte de uno de aquellos cuentos infantiles que aborrecimos de tanto usarlos. Con la adicción desmedida a la lectura, tendemos a suponer que un instrumental es medio tema; que el único lenguaje válido para contagiar ilusiones, se compone de artículos, verbos y adjetivos. Otra vez los prejuicios. Por fortuna Maserati, una banda de Athens con nombre de coche para hortera con pasta, destruye sin piedad ambos errores. Su Pirámide del Sol, nos traduce al idioma de nuestro tiempo, el mismo contenido de los primeros Pink Floyd. ¡Qué pasada!


De cierre, buscaba un tema que ilustrase las ideas expuestas en los párrafos precedentes. Como tantas otras cosas, la encontré en el poeta de lo sencillo; en ese andaluz de Figueras, al que en esto del espectáculo se conoce por Kiko Veneno. Cuando carecemos de argumentos para justificar los juicios precipitados, cuando la terquedad vence a la lógica, tendemos a refugiarnos en el anonimato de lo colectivo. Dice la gente. Dice la gente que ya no hay que vivir... Que digan lo que quieran. Putos prejuicios. Coincido con Voltaire, no son más que la razón de los tontos.



Ruego disculpen el desvarío de este viernes extraño. El fruto de la tacañería. Todo por ahorrarme los setenta euros de una sesión de psicoanálisis.

Espero al menos que alguno de los temas resulte de su agrado. Con salud y en libertad, disfruten del finde y de otra semana a estreno de este invierno en huelga.



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