Temptacions (La Fura). El arte de herir.

Qué torpe soy. Tardé más de cuatro horas en comprender la grandeza del último montaje de La Fura dels Baus. Un show íntimo, una simple instalación de vídeo y unas cuidadas versiones electrónicas sobre partituras de Stravinsky, para reflexionar sobre el éxito, sobre el fracaso, sobre el consumo, sobre las relaciones de jerarquía y sobre la falsa realidad de ese opiáceo de diseño futurista que denominamos redes sociales.


Necesité para ello de la complicidad solitaria de una madrugada en la autovía, en plena huida hacia mi dosis nocturna de mirtazapina. Un modo civilizado de envenenamiento. Un sedante de diseño químico con el que paliar los efectos de la representación de Temptacions en el escenario de la vida.

Solo entonces entendí que la obra no se limitaba a los cincuenta minutos sobre las tablas de un único actor, un atleta, que por lo que se ve estaba buenísimo. Todo lo acontecido en esa jornada formaba parte del espectáculo. Todo. El atasco de más de dos horas y media que me condujo desde Madrid hasta Talavera, en pleno puente de San Isidro; la avería de la línea telefónica que impedía repartir las entradas en taquilla a quienes las adquirimos desde la distancia; la suspensión del concierto del Mago de Oz porque, al parecer, nadie había previsto que pudiera llover en primavera; los comentarios desde mi retaguardia de unos tipos que esperaban de los catalanes una astracanada en tres actos al estilo de Arniches; la decepción de los que acudieron al evento como quien asiste a una becerrada con subvención municipal, para honrar al patrón en la plaza del pueblo; también la de los que imaginaban un macromontaje con decenas de artistas y cerdos volando sobre llamas vivas, entre elementos de pirotecnia.

Si el arte es herir que así es como lo concibo, Temptacions es una genuina obra de arte. Hirió hasta en el precio, quince eurazos por poco más de tres cuartos de hora. Demasiado en una ciudad agobiada por el desempleo, pero que gastaría más del doble en atracciones para el niño y bocatas de morcilla, allá en la feria. Un relato fugaz dotado con la virtud de dañarnos a todas. O robándole las letras al maestro Pessoa, la simple expresión de que la realidad no basta.

Comentarios

  1. Vivimos en una matrix, controlados y lobotomizados. Todo es mentira.Ingenieria socicial, parra manejar a los borregos por las élites. los amos del mundo.Hay que desaprender lo aprendido , para poder vislumbrar, al menos, el engaño.sacudirnos como moscas, a esta gentuza satánica que crean guerras, crisis economicas,condenándonos al hambre y a la esclavitud, cunando les conviene. todo por el N.O.M. Creo que hay otra forma de vivir mas justa y racional.pero conforme van las cosas, me parece una quimera. Bueno , la mirtazapina, es un excelente levantador de ánimos:prduce sueño, hamre y pocos efectos secundarios.¡Abajo la oligarquia partitocratica que padecemos que son los perritos falderos del nuevo orden mundial . un saludo a todos y buén finde

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    1. Totalmente de acuerdo, salvo en los efectos secundarios de la mirtazapina. Gracias por tu comentario.

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  2. Gracias. La gente no suele invertir cuatro horas en pensar en un espectáculo. Gracias por hacerlo. Miki Espuma (director de Temptacions)

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    1. Gracias a ti. Los directores de espectáculos tampoco suelen comentar en este archivo de locuras personales. Un abrazo. Salud.

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