Louise Attaque. Raro. #VDLN 131.
Raro,ra. (Del latín rarus)
1. adj. Que se comporta de un modo inhabitual.
...
5. adj. Extravagante de genio o de comportamiento y propenso a singularizarse.
6. adj. Dicho principalmente de un gas enrarecido: que tiene poca densidad y consistencia.
De joven hasta me enfadaba, hoy he llegado a asumirlo con la resignación de la ballena que acepta sin resistirse la dependencia del agua. Como de momento mantengo el estado sólido, de las seis acepciones que la RAE asigna al término raro, intuyo que mis amistades se refieren a la primera o a la quinta, cuando con tan explícito adjetivo me señalan. En letras de Fito Cabrales: no digo diferente, sino raro; que nunca conocí mayor vulgaridad que la de suponerse distinto al resto de los mortales.
Tal vez porque todos terminamos por creer el papel para el que se nos escoge en este absurdo teatro de la vida, el primero de año prefiero recibirlo durmiendo. O más estrictamente en la cama, siempre acaba por aparecer alguna alternativa más placentera que el sueño. En Navidad, casi ayuno. No me hicieron nada tan grave como para asesinarlos, ni algún pobre pavo, ni aquel desdichado cochinillo que se sirve con la innecesaria humillación de una manzana en la boca. En verano ni me planteo pisar una playa. Me cuesta imaginar un lugar más terrible que un almacén de arena, agredido por el sol, entre decenas de críos con sus correspondientes abuelos, dando el coñazo con el cubo y la pala. Me encantan los niños, pero es su lugar, no el mío. De los señores de cierta edad conteniendo la barriga mientras observan con descaro los pechos desnudos de las chicas, mejor no hablamos. Tampoco hallo encanto alguno en exponerme a los ultravioleta y untarme el cuerpo de una crema repulsiva que el diablo sabrá con qué ingredientes fue cocinada. Menos aún a lo de ocultarme bajo una sombrilla con la que además debo cargar desde casa. Será por raro, pero se me antoja mucho más sensato mantenerme a resguardo de tan adversos elementos.
En agosto, no conozco mejor sitio que Madrid para pasear tranquilo por las calles del centro, con la complicidad de la noche y de alguna compañía que resulte grata. Puedes hasta desplazarte en un turismo sin la ansiedad de malgastar horas aparcándolo. Y en Halloween… creo que es el único día del año en que evito el negro como tono dominante de la vestimenta.
Desde el respeto hacia los entusiastas de la conmemoración, faltaría más, que cada cual es libre de celebrar lo que quiera y como le venga en gana; lo interpreto como un acto de rebeldía ante ese colonialismo cultural tan yanqui que nos obliga a consumir hamburguesas, a digerir como se pueda al primer papanatas que cante en inglés o que nos impone comprar en domingo, sin el menor respeto hacia los curritos a los que amargamos la vida con semejante práctica. Ni año nuevo celta, ni fin de la temporada de cosechas; aquí lo que se festejan son los guiones de miedo-sangre de las pelis setenteras de Hollywood. Bastante tenemos con las bárbaras tradiciones autóctonas, como para andar importando otras nuevas. El día menos pensado aparece un tarado, sierra en mano, despedazando ciudadan@s por la Castellana.
No me lo tengan en cuenta, es el juicio de un raro, sin duda sesgado por su antigruinguismo primario, ese que considera pesadilla al gran sueño americano o que observa en el fenómeno globalizador el acto supremo de dominio por un modo de vida que detesto. Al final Halloween se vuelve otra fiesta de consumo masivo, un loco adquirir lúgubres disfraces con los que marchar cuestionando a la peña si trato o truco. Divertidísimo. El símil perfecto de unos instrumentos políticos diseñados con esmero para que lo esencial permanezca inalterable. Trato o truco, lo que en los sitios normales preguntan cada cuatro años y aquí, como somos como somos, hemos adquirido el hábito de cuestionar cada seis meses, hasta que ganen los de siempre.
Por toda esa colección de rarezas y porque me considero capaz de sobrevivir sin una calabaza fosforescente iluminando el comedor de casa, pasaré la noche de brujas adornado con vivos colores, cenaré lo justo y me intoxicaré con algún pacharán, mientras escucho aquel vals ideal para estirar el alma, el de Louise Attaque. Una inclasificable banda francesa que como casi todo lo que en esta vida me entusiasma, aparece y desaparece sin periodicidad conocida. Según Cortazar, tú no eliges la lluvia que te va a calar hasta los huesos. Tampoco la música, supongo. Pues por eso, porque ni nada ni nadie pueden robarnos los sueños, soñaré que lo bailo contigo.
Si sienten curiosidad por conocer el origen de la denominación del grupo, y aunque imagino que no encontrarían dificultades en descubrirlo en algún lugar perdido de la Wikipedia, les anticipo que proviene de Louise Michel, escritora francesa del siglo XIX, célebre por su destacada participación en la Comuna de París y primera en enarbolar la bandera negra como símbolo libertario. Para quienes deseen profundizar en el universo de estos raros parisinos, les dejo otro par de muestras: el oscuro Arrache moi y el archiconocido (para quienes lo conocemos, claro) J't' emmène au vent live. Una lástima que alargue en exceso esta entrada si me pongo a traducir los textos. Busquen en la red, por su elevado componente poético, merecen la pena.
Aunque no soy quien para prestar consejos, yo que ustedes me pondría en buenas manos, si fueron capaces de aguantar leyendo hasta aquí. Dicen que la rareza es un mal que se contagia. Disfruten de su fiesta que yo haré lo imposible por disfrutar de la mía. En merecida contraprestación a su paciencia, les deseo un feliz #VDLN y, pese al tostón multinacional de Halloween, una semana repleta de salud y libertad.
Para ver las reglas y las canciones propuestas por el resto de participantes en este juego de blogs, pulse el botón.
1. adj. Que se comporta de un modo inhabitual.
...
5. adj. Extravagante de genio o de comportamiento y propenso a singularizarse.
6. adj. Dicho principalmente de un gas enrarecido: que tiene poca densidad y consistencia.
De joven hasta me enfadaba, hoy he llegado a asumirlo con la resignación de la ballena que acepta sin resistirse la dependencia del agua. Como de momento mantengo el estado sólido, de las seis acepciones que la RAE asigna al término raro, intuyo que mis amistades se refieren a la primera o a la quinta, cuando con tan explícito adjetivo me señalan. En letras de Fito Cabrales: no digo diferente, sino raro; que nunca conocí mayor vulgaridad que la de suponerse distinto al resto de los mortales.
Tal vez porque todos terminamos por creer el papel para el que se nos escoge en este absurdo teatro de la vida, el primero de año prefiero recibirlo durmiendo. O más estrictamente en la cama, siempre acaba por aparecer alguna alternativa más placentera que el sueño. En Navidad, casi ayuno. No me hicieron nada tan grave como para asesinarlos, ni algún pobre pavo, ni aquel desdichado cochinillo que se sirve con la innecesaria humillación de una manzana en la boca. En verano ni me planteo pisar una playa. Me cuesta imaginar un lugar más terrible que un almacén de arena, agredido por el sol, entre decenas de críos con sus correspondientes abuelos, dando el coñazo con el cubo y la pala. Me encantan los niños, pero es su lugar, no el mío. De los señores de cierta edad conteniendo la barriga mientras observan con descaro los pechos desnudos de las chicas, mejor no hablamos. Tampoco hallo encanto alguno en exponerme a los ultravioleta y untarme el cuerpo de una crema repulsiva que el diablo sabrá con qué ingredientes fue cocinada. Menos aún a lo de ocultarme bajo una sombrilla con la que además debo cargar desde casa. Será por raro, pero se me antoja mucho más sensato mantenerme a resguardo de tan adversos elementos.
En agosto, no conozco mejor sitio que Madrid para pasear tranquilo por las calles del centro, con la complicidad de la noche y de alguna compañía que resulte grata. Puedes hasta desplazarte en un turismo sin la ansiedad de malgastar horas aparcándolo. Y en Halloween… creo que es el único día del año en que evito el negro como tono dominante de la vestimenta.
Desde el respeto hacia los entusiastas de la conmemoración, faltaría más, que cada cual es libre de celebrar lo que quiera y como le venga en gana; lo interpreto como un acto de rebeldía ante ese colonialismo cultural tan yanqui que nos obliga a consumir hamburguesas, a digerir como se pueda al primer papanatas que cante en inglés o que nos impone comprar en domingo, sin el menor respeto hacia los curritos a los que amargamos la vida con semejante práctica. Ni año nuevo celta, ni fin de la temporada de cosechas; aquí lo que se festejan son los guiones de miedo-sangre de las pelis setenteras de Hollywood. Bastante tenemos con las bárbaras tradiciones autóctonas, como para andar importando otras nuevas. El día menos pensado aparece un tarado, sierra en mano, despedazando ciudadan@s por la Castellana.
No me lo tengan en cuenta, es el juicio de un raro, sin duda sesgado por su antigruinguismo primario, ese que considera pesadilla al gran sueño americano o que observa en el fenómeno globalizador el acto supremo de dominio por un modo de vida que detesto. Al final Halloween se vuelve otra fiesta de consumo masivo, un loco adquirir lúgubres disfraces con los que marchar cuestionando a la peña si trato o truco. Divertidísimo. El símil perfecto de unos instrumentos políticos diseñados con esmero para que lo esencial permanezca inalterable. Trato o truco, lo que en los sitios normales preguntan cada cuatro años y aquí, como somos como somos, hemos adquirido el hábito de cuestionar cada seis meses, hasta que ganen los de siempre.
Por toda esa colección de rarezas y porque me considero capaz de sobrevivir sin una calabaza fosforescente iluminando el comedor de casa, pasaré la noche de brujas adornado con vivos colores, cenaré lo justo y me intoxicaré con algún pacharán, mientras escucho aquel vals ideal para estirar el alma, el de Louise Attaque. Una inclasificable banda francesa que como casi todo lo que en esta vida me entusiasma, aparece y desaparece sin periodicidad conocida. Según Cortazar, tú no eliges la lluvia que te va a calar hasta los huesos. Tampoco la música, supongo. Pues por eso, porque ni nada ni nadie pueden robarnos los sueños, soñaré que lo bailo contigo.
Si sienten curiosidad por conocer el origen de la denominación del grupo, y aunque imagino que no encontrarían dificultades en descubrirlo en algún lugar perdido de la Wikipedia, les anticipo que proviene de Louise Michel, escritora francesa del siglo XIX, célebre por su destacada participación en la Comuna de París y primera en enarbolar la bandera negra como símbolo libertario. Para quienes deseen profundizar en el universo de estos raros parisinos, les dejo otro par de muestras: el oscuro Arrache moi y el archiconocido (para quienes lo conocemos, claro) J't' emmène au vent live. Una lástima que alargue en exceso esta entrada si me pongo a traducir los textos. Busquen en la red, por su elevado componente poético, merecen la pena.
Aunque no soy quien para prestar consejos, yo que ustedes me pondría en buenas manos, si fueron capaces de aguantar leyendo hasta aquí. Dicen que la rareza es un mal que se contagia. Disfruten de su fiesta que yo haré lo imposible por disfrutar de la mía. En merecida contraprestación a su paciencia, les deseo un feliz #VDLN y, pese al tostón multinacional de Halloween, una semana repleta de salud y libertad.
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Querido Rafa, si a estas alturas no ha aparecido un alter-ego de los tarados de la Matanza de Texas en plena Castellana, dudo que lo haga. Las pelis de terror encierran cosas que es mejor no contar abiertamente, realidades de las que solo se puede hablar de manera simbólica. La poesía también. ¡Buen puente! Muackssss
ResponderEliminarSupongo que tendrás razón, en todo menos lo del puente, el lunes curro.Te he de confesar que en la redacción original de la entrada, la referencia a la Matanza de Texas era en realidad un payaso diabólico de esos tan de moda. Pero temí que alguien con ese disfraz visto para sentencia (por lo visto este año lo peta), pudiera sentirse aludido y lo substituí por algo intencionadamente anacrónico. Buen puente.
Eliminarquerido rafa,comparto al cien por cien lo escrito. yo no lo hubiera expresado mejor. también odio esta invasión de la cultura anglocabrona, que nos quieren meter hasta por el recto. Ya vamos todos por ahí diciendo ok.,levantando el dedo pulgar y bebiendo coca-cola .parece que el que no habla inglés no sabe pensar. Puto N.O.M. y perdón por la expresión. Cuando por razones familiares me obligan a la tortura de la playa, me dedico a ver culos, pero como estoy medio cegato tengo que preguntar al de al lado , si es un culo terso o pertenece a una vieja,y claro me da corte. bueno soy un viejo verde, lo asumo ,nadie es perfecto.En cuanto a los animalitos, lo siento, pero un pavo bien trinchado o un cochinillo asado , con un riberita del duero para mi, un placer de dioses. cuestión de gustos Gracia por tu artículo , lo he disfrutado. que sobrevivas las fiestas y un fuerte abrazo
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Con tanta coincidencia no vamos a discutir por un pavo o un cochinillo, aunque supongo que ellos no estarán del todo de acuerdo. Un abrazo.
EliminarHola Rafa ¿Al final que fiesta no esta cubierta de su halo consumista? es mejor quedarnos con lo que nos gusta, a mi es hacer cosas diferentes con mi pequeño, pintar monstruos, hablar de cosas que dan miedo... La canción de fito me encanta! Feliz #VDLN
ResponderEliminarPor desgracia casi todo en este mundo termina convertido en consumo, pero igual llegó el momento de empezar a cambiarlo. Gracias por comentar y a disfrutar de la fiesta.
EliminarMe ha encantado el texto, aunque la música un poco rara, pero precisamente por eso me ha gustado.
ResponderEliminarUn saludo.
Me alegro que haya agradado. La verdad es que Louise Attaque son raros, raros, pero tal vez por eso, me gustan. Gracias por comentar un saludo.
EliminarLo dicho, todo sigue siendo muy raro. Pero delicioso. Las rarezas tienen la cualidad de disfrutarse en soledad. Compartirlas las reafirma, pero solo uno sabe como le sientan en el ánimo y la autoestima propia. Louise Attaque serán raros. Tanto como para que no los conociera. Gracias por compartirlos. Deliciosos.
ResponderEliminarUn abrazo, y buena semana
Tienes razón, la rarezas casan mejor con la soledad, pero desde que a mi psico se le metió en la cabeza lo de exteriorizarlo todo estoy de un extrovertido que me asusto a mi mismo. Me alegro que te gusten los franceses, lo intuía. Un abrazo y a por la semana que parece corta.
EliminarRara... otra vez lo has hecho Rafa.
ResponderEliminarCuantas veces he oído esa palabra para definirme... "mirá que sos rara che..." ...si te contara necesitaríamos algo más que una entrada y tan hermosas canciones.
Con respecto a esta "fiesta", no la festejé por 28 años, luego llegué a Italia, y como comenté por otro blog, con niños es otra cosa... es decir, si hay un ser humano sobre esta tierra que pueda convencerme de algo tan tonto como celebrar Halloween, esa es (fue) mi hija... pero lo dicho también, los chicos crecen, y generalmente las manzanas no caen muy lejos del árbol; ella ahora aprovecha estas fechas "puente" para viajar... orgullo de mamá... en fin, que me volé.
Si te sirve de consuelo, somos varios los que mañana es un día como cualquier otro y se trabaja y todo.
Un besote.
Con niños todo es diferente, aunque los míos creo que nunca celebraron esta "fiesta". Ya casi ni me acuerdo. Feliz semana. Un beso.
EliminarMe ha gustado mucho la música. Yo no curro porque estoy de baja lesionado si no ten por seguro que en mi curro nos toca ir sí o sí :)
ResponderEliminarFeliz semana!!
Me alegro de lo de la música y siento lo de la baja. Por esa causa resulta preferible incluso trabajar. A mejorarse, feliz semana.
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