System of a Down. Nunca debiste confiar en Hollywood. #VDLN 129

Te lo advertí. No debiste sucumbir a sus trampas, a sus cocacolas, a sus coches con sobrepeso o a sus piensos transgénicos para el desayuno. No debiste creer en sus series, ni en sus películas, ni ambicionar sus amantes de fábula. No debiste dedicar tu tiempo a estudiar sus leyes injustas o su falaz ciencia económica. A cualquier cosa llamamos justicia, a lo primero en pasar denominamos ciencia. No debiste abandonar tus letras, tus filosofías enfermas, ni esa física que tan bien se te daba, en la que toda verdad se demuestra y no hay guarida para criar la fe. No debiste aproximarte a seres con labios dibujados en quirófanos de pago o con músculos repletos de anabolizantes de gimnasio. Tampoco arrimarte a quienes se defienden sin que nadie los ataque; a los que solo se muestran capaces de adorarse a sí mismos; a los que justifican la guerra como lo menos malo, cuando solo es una excusa para vender sus armas. No debiste creer que la felicidad se compra y la amistad se paga. No debiste meterte en sus políticas, caminar junto a ellos y formar parte del repertorio de su farsa. Te llevan, te hacen hacer, para después observarte con asco. Míralos a todos, suplicando quedarse. Farsantes que vienen a rezar oraciones fingidas, da igual religiosas que laicas. Nunca debiste confiar en Hollywood.



Si los sesenta, más que me pese, fueron la década de los Beatles, los setenta sin duda la de Pink Floyd, los ochenta la de los Clash que con contadas excepciones el resto se convirtió en plagio, mis noventa los años de los Rodríguez primero y luego de Dover (aunque aquí quizá me rinda a la subjetividad); lo que vino después, todo, se transformó el reino de System of a Down. La banda perfecta, con Serj Tankian a los teclados, compartiendo la voz y las tareas compositivas con Daron Malakian (guitarra). A la batería uno de los mejores, John Dolmayan, quizá infravalorado frente a otra peña con mejor marketing como Mike Portnoy (ex-Dream Theater) o Joey Jordison (ex-Slipknot). Y con el bajo, el puto amo del instrumento, Shavo Odadjian, un tipo de estética agresiva y talento sin pausa que regala soporte rítmico al resultado final. Me apasiona la madurez adolescente de sus letras, mezcladas con melodías infinitas y con esos cambios de ritmo, tan característicos de los armenios, que conducen a momentos de potencia incontenida. Poseen temas para cualquier situación imaginable. Unos para convencernos de que los malos todo lo compran, de que nos hipnotizan y de que con el inestimable socorro de la telepantalla nos convencen de adquirirlo a nosotros también (Hyonotize); otras para despertarnos el llanto perpetuo por aquel día maldito que nunca debió suceder (Lonely day); y las más para explicarnos lo que de puro evidente, terminamos ignorando (War).





Cuando cada viernes dudo si esta semana será última, si tras más de dos años dando la nota, aún me queda algo por decir o algún sonido para mostrar, el pasado concluí que aunque no sea esa mi actual intención, por si acaso, le debía una entrada a SOAD. En su día ya aparecieron con sus segundas marcas, con la carrera solista de Tankian y con el capricho oscuro de Malakian y Dolmayan. Les dejo los enlaces por si apetece recordar (Serj, Scars on Boradway) . Consciente de que no son lo bastante aburridos como para aspirar al Nobel de literatura, si la vida nos aguanta un poco más, el próximo verano coincidiré con los cuatro en la franquicia madrileña del Download Festival. Aunque para ello tuviera que tragarme como teloneros a Shakira o a Enrique Iglesias, por nada del mundo querría faltar.



System of a Down, parafraseando a los hinchas del Barsa, mucho más que una banda. Pese a unas traducciones que si bien permiten hacerse idea del sentido de los textos, parecen sacadas de algún google translate contaminado por el virus del analfabetismo, espero que les gusten. Si seguimos con esto, volverán. Feliz #VDLN, feliz semana. Hasta la próxima con salud y en libertad.

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