Hipotecas, magistrados e inversores
A raíz de la última ocurrencia del Supremo en relación al asunto de las hipotecas, hoy, las redes se llenarán de espléndidos comentarios en clave de política partidista, se organizarán protestas y decenas de expertos nos ilustrarán por los medios de las razones o sinrazones de la sentencia. Los unos y los otros buscarán en la ideología la explicación a lo aparentemente inexplicable: el máximo tribunal siembra una duda inexistente hasta ese día en la sociedad, salvo para algún fiscalista como simple debate de exquisitez técnica, para luego zanjarla en favor de los de siempre.
Más allá del humo tóxico con que suelen camuflarse este tipo de maniobras, destaco tres notas:
1.- La relativa irrelevancia del asunto. En el peor de los supuestos, una resolución contraria a las financieras hubiera implicado la devolución de los impuestos pagados en los últimos cuatro ejercicios. La figura de la prescripción impedía ir más allá, según la mejor doctrina. Tras la más reciente reforma de Ley General Tributaria —un atropello legal vendido a los electores bajo el disfraz de utensilio imprescindible en la lucha contra el fraude que como todo lo sustancial pasó inadvertida para el gran público— se reconfiguró como un derecho casi exclusivo en favor del Estado, asesinando su personaje de garante de la seguridad jurídica del contribuyente.
De cara al futuro, la repercusión habría sido sencillamente nula. Los bancos hubieran elevado sin más los tipos de interés a los que conceden sus préstamos —ya lo venían haciendo durante el periodo de incertidumbre a quienes exigían que cargaran ellos con el impuesto— o, al amparo del libre comercio y del oligopolio en que ejercen el oficio, ideado comisiones hasta la cifra necesaria para ajustar las cuentas de resultados. Solo los compradores de los últimos cuatro años, muy pocos por mor de la crisis del ladrillo en ese periodo, se habrían beneficiado.
2.- La evolución del mercado bursátil español en los últimos meses presentaba una tendencia más o menos constante que, en ausencia de grandes oscilaciones en los principales valores bancarios, dificultaba en gran medida el negocio de los especuladores. El primer anuncio del Supremo desplomó su valor bursátil en unos 5300 millones de euros según datos de Expansión, haciendo posibles compras que días atrás se consideraban a precio de saldo. Tras conocerse la resolución final del asunto, los que asumieron «el riesgo» de invertir en tan delicados momentos, sencillamente se han forrado.
3.- Quienes intenten aprovechar el tirón para ganar votos, en esa línea va el anuncio de Sánchez o determinados llamamientos a las movilizaciones, lo tienen fácil: simplemente eliminen la sujeción de los préstamos hipotecarios al Impuesto de Actos Jurídicos Documentados. Ustedes que hicieron la ley y la trampa, tienen la facultad de resolverlo. A ser posible, sin la tomadura de pelo de sustituir al sujeto pasivo de un tributo que, por su carácter de indirecto, tiene la condición natural de repercutible.
Y mientras tanto, miles de ingenuos discutiendo sobre si procede crucificar al tal Dani Mateo por hacer un chiste que puede agradar más o menos, pero que no deja de ser su trabajo. En el curioso concepto de libertad que hizo fortuna en esta tierra, los límites del humor los entendemos como la posibilidad de hacer burlas de las convicciones ajenas a cambio de lanzarnos al cuello de quien ose rozar un pelo de las nuestras.
Lo dicho, enhorabuena a los «afortunados». No todos los días se gana una millonada con menos esfuerzo y a cambio de tan poco riesgo. Lo demás, con todos mis respectos, no deja de ser teatro.
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