Gracias

Cuando empecé a practicar este difícil deporte del bloguero, mis intenciones no sobrepasaban las de archivar en lugar más o menos accesible una simple copia de seguridad virtual de una pequeña colección de textos. De mi cada vez más enferma cabeza, se escapan a diario decenas de ideas sin demasiado sentido y con nulo talento literario. A veces esos sentimientos traducidos en palabras se ordenan solos, como un rebaño de ovejas al aproximarse a la puerta del establo. Otras, se rebelan contra el autor y cual personajes de Pirandello actúan de modo autónomo, se autogestionan, como si el destino, la cefalea o ese difícil conflicto armado entre la depresión y la soledad  por el que transcurren buena parte de mis horas, les hubieran concedido la independencia. Esto mío no es escribir. Es robar sesiones al siquiatra.

Por eso, porque soy consciente de mis limitaciones intelectuales y técnicas, me sorprenden como si acabaran de presentarme un alcalde honrado, las cifras de visitantes a este pequeño trozo de la nada. Durante el pasado septiembre más de mil setecientos. Ya que no puedo compartir vuestros gustos -nunca me leería-  que menos mostraros mi público agradecimiento. Si uno fuera un artista, un escritor, un político, un poeta, un famoso catedrático, un pichabrava de reality televisivo o un deportista de éxito, esa cifra sería una ridiculez. Pero para un don nadie, un cualquiera orgulloso, un anónimo radical del animalismo y de la ecología o un economista apóstata, mil setecientas visitas mensuales se transforman en mil setecientas razones para la sorpresa y el agradecimiento.

Como reza esa frase de Búnbury que preside este blog, nunca me consideré mala hierba. Solo hierba en mal lugar. Por ello pido disculpas con la sinceridad de un moribundo a quienes haya podido ofender con mis heterodoxos planteamientos.  No reconozco esa intención. Y por ello, a quienes me seguís como si fuera alguien, otra vez gracias y ... haceoslo mirar.

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