Profesor, creo que se equivoca

No sé si será por casualidad o por esa necesidad de captar votos a cualquier precio que parece acuciar a casi todas las formaciones políticas, pero lo cierto es que con muy poco margen, han coincidido en el tiempo dos viejas cruzadas sin otra aparente relación que la militancia ideológica de quienes las impulsan. Si hace unos días era el profesor Navarro quien,  con menos rigor y mucho menos acierto de lo que en él es costumbre y de lo que impone su indiscutible talla intelectual, lanzaba un tan inexplicable como poco documentado ataque a las tesis económicas del decrecimiento. Ahora es otro prestigioso docente con similares afectos políticos, el que en un desafortunado artículo en la versión andaluza de “El País”(ver texto), hace de la defensa numantina de “los sindicatos” -de algunos sindicatos-, una cuestión de emergencia social.

Del decrecimiento, del por qué de esos ataques que lejos de constituir novedad, parecen ropa de rebajas de hace dos temporadas, nos ocuparemos en próximas entregas. De sindicatos, de sindicalistas y de profesionales de lo uno y de lo otro, nos centramos en estas tímidas líneas.

Empiezo aclarando que ni se me pasa por mi maltrecha cabeza, polemizar de ningún modo con el profesor Juan Torres. Además de en el segundo apellido, coincidimos en tantas otras cosas que sería absurdo detenerme en lo que nos aleja y obviar lo que nos aproxima. Hasta compartimos buena parte de la lista de amigos en algunas redes sociales. Le admiro lo suficiente como para ni siquiera intentarlo. Reconozco una especial inclinación hacia las damas imposibles y las batallas perdidas, pero hasta en eso, soy consciente de mis límites. El tiene más conocimientos, más capacidad, más bibliografía a su alcance, más respaldo mediático, mayor apoyo político y hasta más tiempo que este humilde bloguero para formarse una opinión. Sin duda será la suya, más rigurosa y acertada que la mía. No obstante, desde la modestia que mi currículo  impone, me atrevo a formular algunos pequeños matices.

Creo que se equivoca el profesor Torres cuando afirma que “es igualmente evidente que los casos de corrupción sindical se han dado en menor número y con mucho menos daño económico que en el caso de los partidos o de las grandes empresas o bancos privados”.  Se equivoca porque la corrupción como la decencia, son categorías absolutas. Uno no puede ser muy corrupto o muy poco corrupto. Como no cabe ser medio fiel, ni estar un 17% de casado. O se es, o no se es. La imagen del amante o la amante, arrodillado ante el ser querido clamando “cariño, no te enfades que te he puesto los cuernos, pero poco”, resultaría cómica si no fuera por las consecuencias morales que suelen acarrear a quien lo sufre. Que haya otro individuo que mida 2’12, no significa que los de dos metros sean bajitos. Defender tus intereses por encima de los de tus representados,  de los que te han elegido para ello, siempre constituye falta grave. Cuando se traiciona al sector más débil y desprotegido de la sociedad, no tiene perdón posible. La figura de las agravantes resulta común a cualquier ordenamiento jurídico. Igual soy un estúpido idealista, pero lo de apoyar a un sindicato o a un partido porque vaya a robar menos cantidad y menos veces que el vecino, se me antoja una tristísima aspiración.



Creo que se equivoca el profesor Torres cuando contrapone a quienes formulan la crítica sindical, que “la realidad demuestra sin lugar a dudas que ni uno solo de los derechos que hoy disfrutamos se ha conseguido sin sindicatos”. Se equivoca al afiliarse a la vieja estrategia de idear un argumento en el contrario para rebatirlo y aparentar llevar razón. ¡Qué bien lo describió Orwell en 1984!. Querido profesor, salvo algún elemento de la caverna que de todo habrá, nadie pone en duda esa afirmación. Basta con ojear la historia para convencerse de ella. Pero tan cierto como eso, lo es que en este país, la actual pérdida de derechos que tanto sentimos ambos, tampoco hubiera sido posible sin la colaboración necesaria de “los sindicatos”. No de los sindicatos en general, sino de dos organizaciones concretas llamadas Comisiones Obreras y Unión General de Trabajadores. Aquellas que, ahora ya conocemos los motivos, fueron proclamadas por voluntad y decreto de la clase política y empresarial como “Sindicatos más representativos”. Por las razones que con tanto acierto expone en su texto y por alguna más como esa sorprendente esclavitud mantenida frente a determinados partidos, han servido de freno a la protesta social, la han domesticado y reducido a monopolio. Incluso en las huelgas generales, se notaba su falta de convencimiento. No fueron. Los llevamos entre todos. Solo hace falta comprobar las variaciones de las cifras de conflictividad laboral, en función del color político del gobierno.  O su comportamiento en recientes convocatorias. Si la destrucción de los derechos fuera delito –debiera serlo-, CCOO y UGT hace tiempo que estarían procesados como colaboradores necesarios.

Creo que se equivoca el profesor Torres al mantener la equivalencia entre sindicatos y esas dos organizaciones concretas. A veces se nos olvida que existen la Unión Sindical Obrera, la Confederación General del Trabajo, la Confederación Nacional del Trabajo, el Sindicato Andaluz de Trabajadores… Al menos desde ciertas posiciones, no se critica a los sindicatos, sino a quienes hace tiempo decidieron retirarse del oficio. En esta breve lista que he citado los hay que siguen demostrando que incluso sin presentarse a elecciones, sin participar en comités de empresa, sin percibir subvenciones, sin mantener  liberados y sin dirigentes que usen la representación de los trabajadores como catapultas hacia el éxito personal, se puede ejercer esa indispensable labor social. No digo que sea el único camino. Líbreme, quien deba hacerlo, de caer en el mismo sectarismo que critico; pero sí que hasta esas vías permanecen abiertas. Quien haya escogido otras, debe ser cuanto menos responsable de sus actos.


Creo que se equivoca el profesor Torres al recetar tratamientos distintos para idénticas sintomatologías. Se equivoca al sostener que debemos romper el bipartidismo político, pero mantener el sindical. ¿En qué quedamos? Confieso que es un asunto frente al que me muestro sensible de un modo singular. No alcanzo a comprender por qué en el ámbito político y bajo el paraguas de que “no todos son iguales”, hay que cambiar el sentido del voto y abandonar a los dos de siempre. Mientras en el sindical, ante los mismos estímulos, debemos permanecer como los ultras futboleros, pase lo que pase, siempre fieles a los mismos colores. Bueno, no pretendo engañar a nadie. Lo entiendo con tanta claridad que he tenido que abandonar alguna criatura a la que ayudé a nacer, precisamente por tenerlo demasiado claro. No resulta novedosa esa práctica.

Coincido con el ilustre profesor en que “los sindicatos deben corregir sus defectos… pero tiramos piedras sobre nuestro tejado si lo que hacemos es ayudar a destruirlos”. Estamos de acuerdo. Nadie ha contribuido más a la pérdida de peso y de prestigio sindical que las cúpulas de UGT y CCOO. Por eso hay que expulsar del templo a los mercaderes; por eso aprecio tanto a las bases, como me asquean una buena parte de sus dirigentes. Por eso animo a todos a cambiar las personas y las cosas; a dejar si es preciso esas entidades y mudarse a otras que no sean “menos indecentes que el resto”, sino indubitadamente  honradas.

Vuelvo al principio e intento buscar una explicación a esa especie de cacería que parece haberse emprendido contra los valores del eco-socialismo no marxista. Quizá la encontremos, como casi todo,  en la literatura. En aquella certera frase del ilustre Jorge Luis Borges: “Antes no se hablaba de economistas, pero el país prosperaba. Ahora casi no se habla de otra cosa, y el resultado de esos expertos ha sido la ruina del país; pero eso no importa, sigue hablándose, sigue insistiéndose en esa ciencia, posiblemente no menos imaginaria que la alquimia. Prefiero no plantearme otras motivaciones, ni cuestionarme la existencia de fantasmas.

En fin profesor. Lo dicho. Con toda la admiración del mundo, esta vez, creo que se equivoca.

Comentarios

  1. Tu comentario no hace honor al título del blog hetero-doxia, ya que tu opinión forma parte de las ideas generalmente admitidas por la "autoridad", osea, de la más estricta ortodoxia. El profesor Torres, es un grano de arena en el desierto de las ideas dominantes en los medios de comunicación de masas de este país. No aportas nada nuevo a lo que mantiene la caverna y lxs muchísimos analfabetxs políticxs de este país. Así nos va. No me creo que hayas contribuído al nacimiento de ninguna organización obrera, porque sabrías que todas nacen "indubitativamente honradas". Son las personas las que dejan de serlo. Y finalmente, me parece increíble que cargues las tintas de asco sobre los dirigentes, y llenes de aprecio a las bases que los mantienen. ¿No te parece demagógico no llamar borregos a quienes, según tú, tienen pastores?

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    1. Querido Anonymous. En primer lugar le agradezco que haya leido el blog y mucho más que lo enriquezca con su opinión. Como verá los comentarios no son moderados y salvo que alguien ponga insultos o resulte el típico tocapelotas, no los borro. Sus expresiones y sus ideas tienen tanto valor o más que las mías. No le voy a negar que prefiero interactuar con personas que se identifican. Me resulta más próximo y hasta más humano. Pero excepcionalmente le contesto aun sin identificar porque me parece muy enriquecedora su aportación.
      No me sirve de disgusto no aportar nada nuevo. No lo pretendo. Tan solo deseo expresar mi opinión. No aspiro por ello a ningún premio. Solo ejerzo mi derecho a comunicarme sin más. No creo que para publicar un blog sea requisito indispensable ganar un concurso de originalidad. Está ahí . Quien quiera que lo lea y opine y quien no, pues que pase y en paz. Me parecería sectario limitar la facultad de hablar en exclusiva a quienes tengan ideas originales.
      Más me preocupa escribir tan mal como para que haya entendido cosas ni son exactass, ni constan en el texto. Por ejemplo: en ningún momento afirmo haber contribuido al nacimiento de ninguna organización "obrera". Por suerte o por desgracia, nunca tuve esa condición. Siempre he sido un trabajador, pero nunca un obrero. Entre otras cosas, me he ganado la vida como funcionario, como profesor y como economista en diversas formas. Desde hace años como consultor autónomo. Pero nunca como obrero. Ni he contribuido a crear ninguna organización con tal carácter ni en ningún momento lo afirmo. Alguna con otra condición más amplia sí, por supuesto, y con independencia de lo que pueda o no creer. Las cosas son ciertas o no porque suceden, no porque alguien se las crea.
      En cuanto al resto de las cuestiones que plantea pues si que tengo aprecio a quienes se acercan a un sindicato con la esperanza de que éste defienda sus intereses (no veo nada increíble en ello). No me parece demagógico no llamar borrego a nadie. Es más hacerlo me parecería una grosería y un insulto innecesario. Hasta hoy procuro no faltar al respeto a nadie para defender mis convicciones. Nunca he dicho que nadie tenga pastores, por tanto no puede parecerme demagógico. Insisto. Lamento escribir tan mal como para que no se me entienda. Que se le va a hacer. Uno tiene sus limitaciones. Lo dicho muchas gracias y muy amable su comentario.

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    2. Parte 1ª
      Entre las opciones de "Responder como:", elegí "anónimo" no con el fin de esconder nada, sino como una forma de atender al contenido de tu artículo, obviando al autor. Si en algún momento hiciese falta, me identificaría convenientemente. De momento, como bien sabes, me identifica el IP de mi ordenador.
      No era mi intención criticar tu falta de originalidad al abordar este tema, sino hacerte ver lo contradictorio que es titular un blog con el nombre de “heterodoxia”, cuando la visión del tema que se aborda, es la que defiende todo el “establishment”, desde F. Marhuenda y J. Losantos, pasando por E. Aguirre y M. Rajoy y terminando en el ABC y EL PAÍS.
      Perdón por malentender lo que dice en la línea 88 (aprox.) de su escrito cuando dice (“...he tenido que abandonar alguna criatura que ayudé a nacer”). En el contexto, pensé que no era una cosa familiar, sino sindical. Si no has tenido la experiencia de contribuír activamente a la creación o militancia en un sindicato, entiendo más algunas de sus afirmaciones.
      También pido perdón por haber entendido en tu artículo que, después de hablar de “las cúpulas de UGT y CC.OO.” y decir “...aprecio tanto a las bases, como me asquean buena parte de sus dirigentes ...”, yo haya entendido que si las cúpulas dignas de asco, son elegidas por las apreciadas bases, era como decir los pastores me dan asco y las ovejas me producen ternura. Eso si, con vocabulario un tanto grosero.
      Hice una crítica a tu artículo, en tu blog, y en versión reducida, porque lo encontré en un foro libertario, (el de Radio Klara) y no me pareció apropiado abordarlo en el propio club de oyentes.
      Como me has respondido con aparente gana de debatir honestamente, paso a hacerte la crítica a tu artículo en versión extendida:
      En primer lugar, recordarte que tu artículo va de sindicatos obreros, algo que tu mismo reconoces no haber sido nunca. Yo también opino de economía y tampoco soy economista, aunque lógicamente, cuando lo hago, soy consciente de mis limitaciones. Yo si he sido obrero toda mi larga vida y he contribuído en la creación y militancia en organizaciones obreras. Y por eso mismo siento un inmenso respeto por las personas, (porque los sindicatos no son “entes”, son personas), que dedican parte de su vida a la militancia en organizaciones sindicales, mientras otros compañeros se dedican a cosas mas prosaicas. Y siento ese respeto tanto por los afines como por los no afines, ideológicamente hablando. Esto nunca ha sido plato de gusto para gente honrada. Y los sinvergüenzas existen en todos los ámbitos de la vida, no son patrimonio del mundo sindical.

      --Tu web no me permite más de 4096 carateres, por lo que mi réplica te la hago en dos partes--

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    3. Parte 2ª
      En segundo lugar, recordarte que los sindicatos no nacieron para defender a nadie, sino como la única forma de autodefenderse entre los propios asociados/afiliados, ante las agresiones de los empresarios y del propio sistema de explotación capitalista. Esta autodefensa costó a la CNT y a la UGT muchos muertos, y a CC.OO. especialmente, muchos años de cárcel franquista.
      En tercer lugar, en tu respuesta, dices tener aprecio “... a quienes se acercan a un sindicato con la esperanza de que éste defienda sus intereses ...”. Yo, por el contrario, pienso que a un sindicato, a una asociación de vecinos y hasta a una reunión de escalera, hay que acercarse con la única convicción de colaborar con los demás en la resolución de los problemas de todos (y todas, perdón por el vocabulario sexista de toda mi repuesta atribuíble solo a la pereza). Los sindicatos nacieron para autodefenderse mejor los propios afiliados, (“la unión hace la fuerza”) y así deberían haber continuado. Negociando y luchando ante la empresa, pero sólo mejoras para sus afiliados, como hacían la UGT y la CNT antes de la dictadura nacional-católica. Quien no se afilia a un sindicato existente, o crea el suyo propio, es porque está de acuerdo con lo que la empresa decida. Este es, en mi opinión, uno de los principales males que aquejan a los sindicatos de izquierdas, (que son los que conozco). Mediante subvenciones, la patronal y el estado han hecho que se conviertan en gestorías, permitiendo que cualquier analfabeto político-social se atreva a ponerlos a parir, seguramente sin haber estado afiliado, (con la idea de solidaridad que digo yo), en su vida. Lejos quedan los tiempos en que la afiliación se hacía por afinidad y con la idea del hombro con hombro.
      Te diría bastantes cosas más de tu réplica al profesor Torres, pero me esperaré a tener mi propio blog. Además y en resumen es, dicho con todo respeto, que estoy mucho más de acuerdo con el artículo de Juan Torres, que con tu crítica. Como te he dicho, en mi humilde opinión, adoleces de conocimiento del tema más allá del campo puramente teórico.

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