El derecho al silencio
Antes de conquistar
su acta de congresista, un todavía indignado Alberto Garzón
disparaba contra la memoria colectiva de los españoles un viejo
proverbio libertario: "si votar sirviera para algo, no nos
dejarían hacerlo". Fue en un especial electoral de 59
segundos. En horario de máxima audiencia. No voy a entrar en las
razones por las que el diputado de Izquierda Unida solicita hoy con
entusiasmo el voto a la ciudadanía. No quiero criticar a quien, pese
a todo, respeto. Pero sí en la certeza del lema anarquista.
Repasemos las opciones del menú electoral.
Lo del PP no se lo
cree nadie, ni los suyos. Que apoyen y voten es una cosa, pero poseen
la conciencia y la consciencia de que su proyecto está gastado. Son
como los ultra sur, hinchas futboleros que siguen animando a muerte
aunque reconozcan que su equipo precisa una renovación plena.
El PSOE se asemeja
al colchonero Frente Atlético. Igual, pero con un carácter algo más
popular. Iu no pasa de equipo de barrio. Un aspirante a grande que
sabe que por presupuesto y por las anticuadas estructuras que
manejan, nunca llegarán a serlo. Está cómodo en su papel y más
que intentar jugar competición europea, lo que pretende es evitar el
descenso y que los jóvenes valores se apoderen del sitio.
Los nacionalistas
equivaldrían a los boixos o los ultras del Athletic. Iguales que los
otros, sirven a los mismos intereses, pero echando la culpa a Madrid.
Dudo en lo de Podemos. Desconozco si es la cantera de IU o el equipo
B que alguien ha montado para debilitarlo. Por mucho cartel de
superestar televisivo, tiene huevos lo de unir a la izquierda creando
otra capilla. El resto ni cuentan, ni pintan. El guionista dibujó su
papel con tinta invisible. Su función consiste en hacer bulto, en
rellenar parrilla. Como en ese aburrimiento con ruedas bautizado de
fórmula 1, los otros solo corren para colocar cortinas a la
realidad. Para crear la ilusión que además de Red Bull, Ferrrari o
Mclarem, otros ocho o diez equipos parten con posibilidades.
Al final todo se
parece demasiado. Las elecciones, la liga, las carreras de coches...
Muchos en la salida pero solo dos o tres con posibilidades reales de
triunfo. De vez en cuando alguien da la sorpresa. Dura poco.
Si algún figurante sobreactúa los arbitrajes se encargan en primera
instancia de reconducir la realidad. Si no basta, fichamos a golpe de
talonario y promesa de cargo a los mejores jugadores del equipo
revelación. Y si ni con esas conseguimos sofocar la rebeldía,
cambiamos los reglamentos. No olvidemos que en el fútbol, en la F1 y
en las elecciones ... La banca siempre gana.
Lo lamento por los
muchos amigos y compañeros que se han lanzado con entusiasmo a esta
absurda tragicomedia electoral. Me consta la intención y me apena que
tanto curro quede sin recompensa. Mis mejores deseos para todos
ellos. Buena gente que cometen la ingenuidad de creer lo increíble. Ojalá
me confunda y la realidad que preveo no regale un triste despertar.
El mundo nuevo que muchos llevamos en los corazones, ni cabe en una
urna, ni se transmite en una papeleta de imprenta. Se escribe de puño
y letra y, a veces, con tinta del color de la sangre.
Ruego que después
de la tragedia nadie culpe de sus desaciertos a quienes nos negamos a
participar en la función. Reclamo el mismo respeto que concedo.
Entre tanta solicitud de voto, me creo en el derecho a manifestar mi
opinión. Mientras las reglas sean las que son, concurrir a unas
elecciones con la esperanza del cambio es como criar gusanos para
combatir una plaga de mariposas. El nuevo orden se construye con
ideas no con eslóganes; con actos, no con palabras; desde la
sociedad y nunca sobre la sociedad. Solo por denuncia del contrato
social algún día alcanzaremos la libertad. Emprenderla con la
abstención cuando se fracasa es no saber escuchar. Como escribió
Fina García Marruz: "no es que le falte el sonido, es que
tiene el silencio".
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