The Undergound Youth. I need you. Vdln 8.

La vida como las funciones continuas, se halla dominada por puntos de inflexión. Infinitésimos en los que cambia la concavidad, en los que todo se desvanece y se invierten lo sentidos. Tras años de someternos a una tan gustosa como exclavizante dedicación exclusiva, nuestros hijos se convierten en adultos. Nos quieren, pero ya no nos necesitan. Al menos en la absorbente modalidad del pasado. Cesamos en el cargo de padres para asumir el cercano riesgo de convertirnos en abuelos.

Los amigos con los que hicimos la revolución que dirían los Topo, se transformaron en burgueses de BMW o en inquilinos precarios del parking de Mayor. Los ídolos de juventud adquirieron la cruel categoría de venerables cadáveres: Strummer, Deville, Pepe Risi, Julián Infante … Esas músicas que soñábamos eternas, sucumbieron al paso de los años y suenan desconocidas a los oídos de los actuales cachorros humanos. Al asomarnos a la ventana, ya no contemplamos el idealizado recuerdo de la chica del ayer, sino decenas de vehículos exterminando de modo tan absurdo como criminal, el oxígeno de las ciudades. Hasta aquella mujer fatal de los Burning, abandonó para siempre los garitos que nos fueron comunes.





En los momentos oscuros, confeccionamos un balance vital con el patrimonio neto en negativo, con el porvenir bajo la dramática amenaza del concurso de acreedores. Lejos de los inconscientes sueños de antaño, nos sentimos vacíos, perdidos, desorientados. Encendemos la radio y nos ataca un sucedáneo de arte. Un plato precocinado por alguna multinacional del éxito hueco.

Nos enfrentamos a lo que nos queda, con la certeza de convivir por obligación con una sociedad que no nos quiere, convencidos de pertenecer a una ínfima minoría absoluta. Nos distinguimos metálicos en medio de la belleza del jardín botánico y, a veces, solo a veces, sucumbimos a la tentación de pasear por el Bulevar de los Sueños Rotos y domiciliarnos hasta el fin en la Calle Melancolía. Caprichos de la edad. Supongo.




Un buen día el destino se despierta espléndido y nos obsequia alguna pócima con la que asirnos a la esperanza. Nos conformamos con un par de chicos de Manchester. Músicos. Ella, baterísta virtuosa, alejada de esa imagen tópica de forzuda guerrera que el patriarcado nos vende como propia de su gremio. No resulta necesario pegar fuerte. Hay que golpear bien. Con ritmo, con talento, con encanto. Él, a la guitarra y a la voz, nos traslada a momentos en que la creatividad poseía más importancia que el comercio. La marca con la que se ofrecen al público, se manifiesta como una declaración de intenciones. Un perfecto mestizaje entre la Velvet de Reed y el eterno sonido alternativo de Sonic Youth. No defraudan. En ocasiones toman presencia un suave aroma a Peter Murphy o los trepidantes ritmos de Weller y de Wilco Jonshon. Nos recuerdan a la magia de aquella Décima Víctima que nos tributó uno de los mejores discos de música en español. Pura mezcolanza entre la zona más elegante de la historia y la virtual modernidad de estos tiempos. En Inglaterra navegan bajo etiqueta de rock indi. Aquí, ni en broma. O eres un moñas o "los técnicos" no te admiten en esa secta.





Acostumbrados a las horteradas de vídeos promocionales al uso, los suyos se exhiben luminosos, sensuales, insinuantes, dramáticos... Lo bastante artistas como para comprender que el color es una ilusión de nuestro cerebro y que la realidad se expresa mejor con los agrestes matices del blanco y negro; que los efectos exagerados estropean las composiciones; y que en un mundo agonizante por sobredosis de tecnología, sobrevive el placer de escuchar buenas canciones con el clásico formato de guitarras, bajo y palos. Se exhiben jóvenes hasta el insulto. Contagian. Nos infestan de optimismo. Nos rescatan de nosotros, de nuestros fracasos y de nuestras neuras para hacer sentir que esto de vivir merece la pena y que la edad no es cuestión de tiempo, sino de actitud. 

Underground Youth. La mejor banda joven del momento. No puedo quedarme con un solo tema. Dejo cuatro. “I need you”, una preciosidad, con una guitarra que enamora desde la primera nota; “Morning sun”, un ritmo excitante y un clip con inusual belleza narrativa; “Mademoiselle”, un cálido ejercicio de provocación erótica; y un directo en el que apreciar que su valor se refresca cuando se escapan de la pantalla. Ayer actuaron a diez euros el ticket en la sala Be Good de Barcelona. Una lástima que nos pillaran tan lejos y tan agobiados con el curro. Como cantaban los Siniestro: cuanta puta y yo que viejo. Entiéndase el símil pese al manifiesto déficit de elegancia. 

Con que os gusten la mitad que a mi, ya pasaréis un buen viernes. Lo deseo. Que los disfrutéis con salud y en libertad.


Comentarios

  1. Si bien el grupo no me ha cautivado demasiado, me ha encantado la entrada que has escrito!! Envidia cochina de tu prosa me ha dado. Un saludo y buen viernes!! :-)

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  2. Luego escucho la música. Es un placer leerte, ¿sabes por qué? porque me da esperanza. Eres tan tremendamente pesimista que pienso: si Rafa piensa así y sobrevive, yo lo conseguiré ;)). Me encanta me encanta, I Love It. Muacksss adolescente.

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  3. estoy con Maria Isabel , esa prosa con la que escribes, no deja apartar la vista hasta que has acabado de leertelo todo.

    besos.

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