Leiva. Las cuentas. #VDLN 73
A Leiva no lo soportaba en su etapa Pereza. Me crecían las uñas con solo imaginar a mi hija adolescente pegando esos chillidos de futura psicóloga en primera linea de escenario. Tampoco se precisaba mucha inventiva. Tooooooodo el día pensando en Aquella tarde en la que debió arrepentirse de algo muy gordo o descubriendo los secretos de una tal Lady Madrid. Mejor no recordarlo. Confieso que a la última, a la estrella de los tejados, si me pilla más joven igual no le había puesto tantas pegas, pero con la nena de por medio prevalecía el oficio de padre. Por más que intentaba convencerme ("igualitos que los Burning"), nada; no me entraban. Era suponer a un tío diciéndole aquello de “chica negra, me gusta tu melena” y despertarse en mí el protagonista enmascarado de La Matanza de Texas.
Todo cambió tras el divorcio de mutuo desacuerdo con Rubén Pozo. Maduró. Se hizo más íntimo, más rócker. Las melodías crecieron al ritmo de las fans histéricas de los primeros años y los textos abandonaron las memeces de pubertad para transformarse en adultos trozos de vida. Diciembre, su primer trabajo solista, brotó como esas flores de invierno de perenne belleza para estacionar cercano a la frontera de lo completo. Pólvora, más comercial, no tanto; pero sí lo bastante para confirmarse.
De todo su repertorio me quedo con Las cuentas. Un simple ejercicio de aritmética básica de los que no se enseñan en la escuela, de los que por más que repasemos nunca acaban de cuadrar y solo se aprenden en el sombrío Callejón del Sufrimiento, cuando agotadas las convocatorias suspendemos el último examen. "Porque no existen tumbas de dos", quizá debiéramos abandonar al sol nuestros cadáveres desnudos y servir de alimento a carroñeros. Así resucitar para repetir errores estaría más jodido. Tiene razón el Leiva, los adioses se sienten en vena y se mezclan con la sangre sin la intermediación de jeringuillas; sin cucharas que los calienten, ni limones que los disuelvan. Por motivos que se nos escapan, terminamos como el cortejo nupcial de la mantis religiosa, queriendo lo que perdimos y amando lo que más nos envenena. Y a nadie se le ocurrió dictar una ley de incompatibilidades que prohibiera encarnarse en el mismo elemento, a los dos términos de esa ecuación perversa. Cuando hemos convertido los minutos en ruinas, cuando no quedan propiedades que repartir, débil consuelo el de agarrarnos a la inspiración que nos regalan los demonios.
Miguel Conejo Torres, Leiva. Un chaval majo, un triunfador con esencia de derrotado. Un chico de barrio con el que se puede coincidir paseando por el Parque del Capricho, ese lugar de ensueño del Madrid oculto en el que siempre parece faltarnos algo, para charlar de nuestro Atleti o de cualquier cosa que no suene a música. Pese a un éxito de masas que a veces lo encarcela, como suele decir Loquillo, la esperanza blanca del rock en español.
En este tiempo de vuelta a la rutina del que me excluyo por la tara congénita de llevar la contraria, en este instante de fotos horribles y palabras huecas, como grita el de Alameda de Osuna en los conciertos, recordando una vieja frase de Lennon: "que agiten las joyas los del palco". Buen #VDLN, feliz semana. Salud y libertad.
Para ver las reglas y las canciones propuestas por el resto de participantes en este juego de blogs, pulse el botón.
Imagen: Rafa Hernández |
De todo su repertorio me quedo con Las cuentas. Un simple ejercicio de aritmética básica de los que no se enseñan en la escuela, de los que por más que repasemos nunca acaban de cuadrar y solo se aprenden en el sombrío Callejón del Sufrimiento, cuando agotadas las convocatorias suspendemos el último examen. "Porque no existen tumbas de dos", quizá debiéramos abandonar al sol nuestros cadáveres desnudos y servir de alimento a carroñeros. Así resucitar para repetir errores estaría más jodido. Tiene razón el Leiva, los adioses se sienten en vena y se mezclan con la sangre sin la intermediación de jeringuillas; sin cucharas que los calienten, ni limones que los disuelvan. Por motivos que se nos escapan, terminamos como el cortejo nupcial de la mantis religiosa, queriendo lo que perdimos y amando lo que más nos envenena. Y a nadie se le ocurrió dictar una ley de incompatibilidades que prohibiera encarnarse en el mismo elemento, a los dos términos de esa ecuación perversa. Cuando hemos convertido los minutos en ruinas, cuando no quedan propiedades que repartir, débil consuelo el de agarrarnos a la inspiración que nos regalan los demonios.
Miguel Conejo Torres, Leiva. Un chaval majo, un triunfador con esencia de derrotado. Un chico de barrio con el que se puede coincidir paseando por el Parque del Capricho, ese lugar de ensueño del Madrid oculto en el que siempre parece faltarnos algo, para charlar de nuestro Atleti o de cualquier cosa que no suene a música. Pese a un éxito de masas que a veces lo encarcela, como suele decir Loquillo, la esperanza blanca del rock en español.
En este tiempo de vuelta a la rutina del que me excluyo por la tara congénita de llevar la contraria, en este instante de fotos horribles y palabras huecas, como grita el de Alameda de Osuna en los conciertos, recordando una vieja frase de Lennon: "que agiten las joyas los del palco". Buen #VDLN, feliz semana. Salud y libertad.
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Me encanta como transmites las emociones. Pasas de la ironía al llanto y del llanto a la denuncia como si todo fuera lo mismo. Tal vez lo sea, tú.
ResponderEliminarPDT: esa foto, dibujo o lo que sea mola.
Esther R.
Gracias Esther. Eso nos pasa a todas no? En cuanto al dibujo ha habido gente que a poco me mata. tenía otras fotos de Leiva y al final me decidí por "esto" que salvo a ti, no ha gustado. Buena semana.
EliminarPues a mí me ha gustado en todas sus etapas en la de Pereza y en solitario !!! Feliz finde y #VDLN
ResponderEliminarIgual a mi también, no he tenido la oportunidad de comprobarlo de un modo objetivo. Cuando pasas invierno tras invierno haciendo 60.000 km sin otra música en el coche que la de Pereza, no puedes valorarlo. Claro que lo mismo dirían mis hijos con Rosenvinge. Si vieras la cara de pánico que ponían cuando iniciábamos viaje y les soltaba. "hoy la música me toca a mí". Ya sabían lo que se les venía encima. Buena semana.
EliminarNo conocía a Leiva, y suena bien. Me medio gusta.. jajaja Que sepas que a mi también me gusta la foto! jaja
ResponderEliminarFeliz semana!!
Gracias Ana C. me estaba empezando a hundir por mi elección de imagen. Feliz lo que queda de semana.
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